Cordialidad republicana, por Manuel Narváez

Hay amores a primera vista. Aunque, para ser más precisos, deberíamos decir: hay amores al primer sentir; porque a veces lo que nos cautiva instantánea e irresistiblemente no se activa a través de lo que vemos, sino a través de lo que escuchamos, lo que olemos, lo que gustamos o lo que tocamos, o, las más de las veces, a través de una experiencia sensorial integral.
Años atrás escuché a Ramón Guillermo Aveledo pronunciar la expresión “cordialidad republicana” y en ese mismo instante la suave cadencia de esas palabras, el entrañable significado de cada una y el potente mensaje del conjunto de ellas (civilidad, respeto de las diferencias entre iguales, sana complicidad ciudadana); la convirtieron en una de mis grandes favoritas.
En las repúblicas, la protección, el acceso y el disfrute de lo público, y el respeto de la esfera privada; se garantiza con la Ley y se practica con rutinas y ceremonias depuradas por años de historia en la lucha contra el despotismo. Es así entonces que hay maneras, hay formalidades, que son propias de la república; una de ellas, la cordialidad republicana, expresa con nitidez y al mismo tiempo moldea el espíritu civil.
Los despotismos, por el contrario, desprecian las formalidades. Su modo de hacer es la arbitrariedad, la vulgaridad, el irrespeto, la fuerza bruta. Mucho de ello hemos tenido en Venezuela en los últimos años. El envilecimiento del debate político en nuestro país duele y entristece, más aun cuando esas actitudes primitivas de intolerancia se reproducen en las relaciones ciudadanas e incluso en la vida familiar.
La pasada semana, con ocasión de la presentación del Informe Anual de Gestión por parte del gobernador Alfredo Díaz, los neoespartanos vivimos otro desagradable capítulo de ese drama que nos perturba. Primero, el Clebne impidió que el Gobernador pronunciara el tradicional discurso con el que se presenta el Informe. Segundo, durante el acto público de entrega del Informe a la Contraloría del estado, el comisario político usurpador llamó telefónicamente a la representante del ente contralor para ordenarle que se retirara.
Recuperar la cordialidad republicana es un paso indispensable para la regeneración de nuestro cuerpo social. Para ello es necesario que el fanatismo obtuso metabolice los efectos perversos de aquel infeliz momento en que el mesianismo fascista proclamó “el que no está conmigo, está contra mí”.