Coronavirus, por Laureano Márquez
Ni modo, toca escribir del coronavirus porque en el planeta no se habla de otra cosa. Su nombre es Covid-19 para diferenciarlo de otros que ya existían (SRAS-CoV, MERS-CoV). Se trata de una enfermedad respiratoria que no era conocida en humanos hasta la fecha y que se propaga por contacto directo entre personas, por lo cual se aconseja tomar medidas como: no estornudar al voleo sino en el brazo doblado en el codo y, naturalmente, luego de ello, no andar por ahí dándole codazos a la gente; se recomienda lavarse las manos muchas veces, lavarlas, incluso, luego de habérselas lavado por si las dudas; no tocarse la cara, la boca, la nariz, los ojos, bueno, en general no tocarse nada, salvo que sea para lavarse; tomar mucha agua, que es la manera de lavarse por dentro para que el virus no se quede por ahí en la tráquea y vaya al estómago donde los ácidos no perdonan a nadie, por muy coronado que sea.
Síntomas:
En general, los síntomas principales de las infecciones por coronavirus suelen ser:
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Secreción y goteo nasal.
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Tos.
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Fatiga.
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Dolor de garganta y de cabeza.
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Fiebre.
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Escalofríos y malestar general.
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Dificultad para respirar (disnea).
Origen:
Todo parece indicar que el virus tiene una procedencia animal. Su origen se asocia al mercado de pescados y mariscos de la ciudad de Wuhan en China, el cual permanece cerrado y ha generado que la ciudad entera permanezca en cuarentena. Al parecer, en este mercado no solo se vendían frutos del mar sino otros animales. Se ha hablado de murciélagos, de un animal llamado gato de algalia o civeta y otros animales silvestres (no el gato Silvestre, naturalmente) como serpientes, cocodrilos pequeños, ratas de bambú, etcétera.
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Algunos dicen que en China opera el principio culinario del “si se mueve se come”. Desafortunadamente, en el régimen chino, como en toda dictadura -pero muy especialmente las comunistas (recuérdese Chernobyl)-, es habitual ocultar información vital que pueda desprestigiar al gobierno y cuyo conocimiento y difusión podría evitar muchas muertes. Amnistía Internacional se pronunció en relación al fallecimiento del médico Li Wenliang, a causa del coronavirus. El médico del hospital de Wuhan había advertido de la propagación del virus y fue sancionado y silenciado por las autoridades. Al respecto señala A.I.: “El caso de Li Wenliang es un trágico recordatorio de cómo la preocupación de las autoridades chinas por el mantenimiento de la ‘estabilidad’ hace que eliminen información vital sobre asuntos de interés público». Una razón más para alertar a la humanidad sobre los peligros de la inexistencia de democracia, de libertad de expresión y de ausencia controles sociales en un sistema político.
Parece que el manejo mediático del tema tampoco ha sido el más afortunado. El mundo ha entrado en pánico. Los colegios, las universidades, las bibliotecas y los teatros se mantienen cerrados.
Es decir, el virus del embrutecimiento colectivo, que ya de por sí venía propagando también, cobra inusitada fuerza… más tiempo en soledad con los teléfonos, ¡Oh, Señor, ten piedad! En España, por ejemplo, recomiendan no saludar a nadie, creo que no habrá mucha dificultad en este asunto: ya muchos no se saludaban desde hace años. El rey Felipe VI no se ha pronunciado sobre el tema y es lógico, dado el sentimiento antimonárquico que ciertos sectores aupan, lo más razonable es que la corona no se dé por aludida. Los italianos optaron por declarar en cuarentena a todo el país. Toda la familia juntos en casa tantos días puede ser altamente desestabilizador de la estabilidad de los hogares, pero no queda de otra.
A veces imagino a Europa entera tratando de escapar a África, donde un clima cálido impide la vida del temido virus, como en aquella película en que los norteamericanos, huyendo de la glaciación trataban de saltar la frontera a México. Los que construyen muros a veces ni imaginan que quizá toque saltarlos. ¿Será que este virus tiene inteligencia propia y está tratando de decirnos algo? Yo creo que sí porque según señalan de los capos del régimen, a Venezuela no ha llegado. Claro, me imagino que el bicho hizo un vuelo rasante sobre el país y se apiadó de nosotros. Habría sido muy cruel de su parte sumarse al peligroso virus que desde hace dos décadas nos destruye.