Cosecha de gamelote, por Teodoro Petkoff
El gobierno ha expropiado 3 millones de hectáreas de tierra. El argumento para esa masiva intrusión del Estado en tierras agropecuarias ha sido el del combate al latifundio. Dejando de lado, por ahora, un debate sobre el tema del latifundio y la peculiar definición que el chavismo ha hecho de ese fenómeno (han clasificado como latifundios hasta fincas de 100 hectáreas, enteramente productivas), que, por lo demás, como mecanismo económico y expresión de poder social y político, hace muchos años que perdió toda significación en nuestro país, atendamos, más bien, a cuáles habrían sido los resultados de la producción agropecuaria después de la supuesta entrega del usufructo de esas tierras a los campesinos que no de su propiedad, valga recordarlo.
Un gobierno que tanto gamelote habla sobre el «desarrollo endógeno» haría pensar que su reforma agraria se ha traducido en una expansión sensacional de esa producción endógena por excelencia que es la del campo. Sin embargo, las cifras oficiales demuestran exactamente lo contrario. La producción agrícola y pecuaria se ha venido abajo. La producción nacional de carne bovina ha caído de 428 mil toneladas en el año 2000 a 270 mil en 2009. No hay cifras para 2010 pero deben ser aún peores.
La caña de azúcar cayó de 9 millones de toneladas a 7, en el mismo lapso. La producción de frutas pasó de 3,2 millones de toneladas a 2,5 y la de raíces y tubérculos (parte esencial de la dieta popular), de 1,1 millón de toneladas a 950 mil en 2009.
Sólo en cereales y eso hasta 2008 ha habido crecimiento de la producción, pero en 2009 y 2010, se perdió el impulso y ahora, por primera vez en más de un cuarto se siglo, estamos importando arroz. Naturalmente que el descenso en la «producción endógena» explica, en buena medida, el colosal aumento de las importaciones de alimentos, que pasaron de 1.793 millones de dólares en 2000 a 7.572 millones en 2008.
También, por supuesto, la disminución de la producción algo tiene que ver con la inflación. Todavía no hay cifras definitivas para 2010, pero, sin duda, son de la misma magnitud. Quienes están eufóricos con estos «éxitos» de la revolución amorista son, sobre todo los brasileños, que son, después de la estúpida suspensión de relaciones comerciales con Colombia, nuestros principales suministradores de alimentos. Si así llueve, que no escampe, dirán por aquellos campos.
A todas estas, lo que falta en producción sobra en mentiras. El inefable señor Loyo, ministro de Agricultura y Tierras y gran expropiador de la comarca, afirma que 70% de las tierras tomadas por el Estado, y supuestamente entregadas a los campesinos, están produciendo. Si fuera así no se entiende, entonces, porqué la producción decae. Pero si nos atenemos a José Agustín Campos, presidente de la muy oficialista Confagan, apenas 30% de esas tierras están en producción. Así sí se entiende.