¡Crash!, por Teodoro Petkoff

Si, además de la desastrosa invasión a Irak, faltaba algo para terminar de enterrar la ideología neoconservadora que se apoderó del pensamiento de los círculos dominantes de Estados Unidos, desde Ronald Reagan para acá, era la catástrofe financiera que estalló en aquel país y que está rebotando sobre el resto del mundo. La política imperial de EEUU en el planeta ha estado acompañada de concepciones neoliberales que llevaron literalmente a suprimir toda acción del Estado en su economía, en particular en el sector financiero, eliminando los mecanismos estatales de regulación y control que imperaban desde Roosevelt. El principio activo de esta política fue que el Mercado posee mecanismos de autorregulación, que si no son perturbados por la acción del Estado, sacan a la economía de cualquier crisis. Por tanto, Reagan y los Bush se dedicaron a reducir a cero la capacidad de acción del Estado para fijar las reglas del juego y velar por su cumplimiento. Fue así como el gigantesco sector financiero fue dejado de su cuenta y, libre de regulaciones, pudo dedicarse a generar toda clase de instrumentos financieros montados en el aire –como, por ejemplo, las famosas notas estructuradas de Lehman Brothers que adquirió Fonden, en uno de esos grandes guisos que han protagonizado las autoridades financieras venezolanas y sus compinches de algunos bancos y algunas casas de bolsa.
En el origen de la actual crisis está la burbuja de las hipotecas basura, otorgadas con tasas de
interés ridículas. Cuando esta burbuja explotó, el tinglado de papeles financieros sin sustento comenzó a derrumbarse y con ellos los bancos. ¿Quién hubo de salir al rescate? Pues el » maldito » Estado, que según la teoría en boga, era la causa de todos los problemas, porque el Mercado, decían sus sacerdotes, era capaz de resolver hasta los líos conyugales. Sin embargo, así como el reinado rampante del Mercado conduce inexorablemente a crisis cíclicas, la hegemonía absoluta del Estado pone en crisis a toda la sociedad. El mundo ha vivido ambas experiencias. A la vista de lo que está ocurriendo, el sentido común lleva a restituir la plena vigencia de la vieja fórmula socialdemócrata europea: «tanto Mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario». No era Friedman, pues, sino Keynes quien tenía razón. Más temprano que tarde la crisis será conjurada porque los Estados han entrado en acción. A la vera del camino quedarán los cadáveres del neoconservatismo y del neoliberalismo.
¿Qué tan protegida está nuestra economía del huracán financiero? Como dijera el profesor Maza Zavala, estamos en su ruta. Si la crisis financiera invade la economía real, la de los productores, el ciclón nos agarra de lleno porque la conexión petrolera nos hace vulnerables. Diez años de Chacumbele nos han hecho más dependientes del petróleo que nunca. Una gripe en la economía norteamericana podría producir una pulmonía en la nuestra.