Crónica de un fracaso anunciado, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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El gobierno nacional promueve el lema «sumar, unir y ganar», por el lado de la oposición, de hecho, se promueve lo contrario: restar, desunir y perder, que hace oposición pero entre ellos mismos. Recurren, perseverantes, en los mismos errores del pasado, pareciera que en vez de trabajar para propiciar el cambio que tanto pregonan, trabajasen a favor del régimen actual.
Dirigentes políticos peleando por la legalidad de los partidos, desgastándose por una tarjeta. Otros promueven un CNE particular aunque las elecciones oficiales son con ese mismo CNE, ¡no es coherente! Ellos no buscan soluciones sino que se sienten enaltecidos creando problemas. Sus códigos no se entienden pero tienen algo en común: “quieren un cambio”. ¿Cómo? No lo sé, aunque ellos dicen que aspiran a eso.
El problema no es el pueblo, que está claro, los del problema son los que dirigen los partidos políticos que no saben a dónde van. O es que quizá no desean un cambio porque ya no saben desempeñarse en otra situación. Ser oposición es su modo de vida y de dejar de serlo ellos creen que sería su “modo de muerte”. No quieren comprender que la solución es la unidad nacional, no la mera unión.
Estar sentados en una mesa discutiendo normativas para llegar a las elecciones primarias, no es la unidad ni la meta. Es solo una etapa de un trabajo. Sí, de un trabajo, de una construcción que requiere esfuerzo y entrega. No es un nicho para recibir elogios y prebendas. Como monjes deben desligarse de sus intereses personales y ansias de poder. Es necesario para avanzar y concretar una estrategia que dé firmeza a un auténtico proyecto de país.
Esas vacilaciones que existen entre unos y otros le permiten al gobierno mantenerse de pie, aun sabiendo que sus políticas son carentes, …pero más carente es la metodología de los opositores, quienes se mantienen inmersos en actitudes exquisitas, egoístas e irreales. Para peor, salen cada vez más nuevos mini partidos.
El pueblo debe dar el paso para crear un partido único nacional, prescindiendo de antiguas siglas y de los viejos gurús, santones hipócritas de la verdad con un añejo historial de fracasos. Solo entonces podrá enfrentarse al partido del gobierno. Si no jamás podrá alcanzar la victoria que tanto pregonan a los cuatro vientos los artríticos dirigentes que nos conducen.
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Ya se anunciaron elecciones primarias y algunos vociferan que no van aceptar las fechas que otros impongan ni mucho menos si vienen de alacranes y viceversa los alacranes dicen lo mismo del G4. Y el pueblo en medio, viendo cual de los dos sectores es peor, sufriendo las consecuencias de todo este desastre provocado por los facinerosos del poder. El siglo XIX con sus caudillos a caballos, soberbios, autócratas, en el fondo muy egoístas, no ha pasado. Seguimos allá.
Las siguientes elecciones no deben plantearse solo como la oportunidad de sustituir la cabeza del gobierno, que es por supuesto un importantísimo objetivo, fundamental para que Venezuela siga existiendo de manera viable y provechosa. Porque más allá, dado el desmontaje que ha ocurrido de las estructuras del Estado, del sistema de producción arrasado, incluso y no es lo menos, de nuestro golpeado sistema de valores, de nuestro sentir, nuestra capacidad para sobrellevar el dolor, la angustia y la rabia, esta es una oportunidad para reiniciarnos de manera total. No está planteada una sustitución sino una renovación completa, desde la base.
Debemos vislumbrar ahora una Venezuela con nuestro optimismo de siempre, nuestra camaradería, ese sano igualitarismo, esa aceptación al prójimo que siempre nos distinguió. Y sobre esa base hermosa de los venezolanos de verdad un sólido estado de derecho, justo y equitativo, unas normas apropiadas para el desarrollo en base al trabajo y los méritos.
Al decir esto muchos creerán que estoy bajo alguna influencia tóxica o en delirio. No, estos sueños son lo más realista que podemos pensar. No vamos a construir nuevos ranchos sobre los restos de anteriores ranchos. No vamos a construir nuevas mafias ni tribus de corrupción donde se barrieron las anteriores.
No vamos a una sustitución de corruptos, más voraces o menos, más preparados o menos. No vamos a sustituir las listas de perseguidos en una interminable venganza porque en verdad todos los errores cometidos por los jerarcas de poder en los últimos 60 años han sido validados por el pueblo y su permisiva valoración de lo que no está bien.
Asumamos las próximas elecciones presidenciales como una especie de plebiscito, donde se elegirá entre seguir a la deriva como vamos o saltar a la aurora del país renovado, podado de todo lo muerto, para beneficio de TODOS.
Para eso debemos amar las leyes, cumplirlas con exactitud sin privilegios, y eso comienza por casa. Ahora. Inflexiblemente. Es un proceso de purificación al que debemos estar dispuestos desde ya. Desde hoy hasta siempre.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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