Crónica | Sobre la vacuna, covid-19, rusos y chinos en Petare
Conversamos con José, uno de los seleccionados por el sistema dispuesto por el gobierno para recibir la vacuna contra la covid-19, quien nos contó las peripecias por las que atravesó para lograr inmunizarse, tanto él como su madre y su esposa
Lunes 7 de junio, 10:12 pm, justo cuando estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo, José escuchó una notificación de su celular.
“En el plan de inmunización contra la COVID19, usted ha sido seleccionado para colocarle la vacuna”, rezaba el mensaje de texto enviado por un sistema identificado con el número 74224. “Para colocar vacuna debe asistir al GIMNASIO VERTICAL DE PETARE el día 08/06/2021 a las 11AM”, proseguía la notificación donde aparecía el número de su cédula de identidad.
“¿Será un mensaje de Patria o del Ministerio (Salud)?”, le comentó a su esposa luego de leer el texto. “¿Por qué me lo mandaron a mí y no a mi mamá que tiene 77 años?”, se preguntó por un buen rato mientras lograba conciliar el sueño.
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Su esposa le tranquilizó: “Lo bueno es que están llamando a la gente, es un proceso aleatorio, seguro la llaman dentro de poco”, con este pensamiento logró finalmente dormir.
El que madruga…
Había llegado el día que tanto había esperado por un año y tres meses, por fin iba a poder vacunarse, pero el sentimiento que le embargaba era extraño y no lo había imaginado en todo ese tiempo: por un lado la esperanza de poder inmunizarse finalmente contra el temible virus que provocó el confinamiento de la población en todo el planeta; por otro algo de nervios por las historias de efectos adversos que había provocado la vacuna en algunas personas; ello sin olvidar la desazón porque siempre se preocupó más porque su mamá fuera vacunada primero debido a la edad y sus enfermedades preexistentes.
Más temprano de lo que acostumbra, José se levantó de la cama. El centro de vacunación que le había asignado el aleatorio –y caprichoso– sistema que lo escogió no quedaba muy lejos por lo que le daba tiempo de hacer las cosas con calma.
Armado con un paraguas –porque amaneció lloviendo– y un bolso de mano donde metió un envase de medio litro con agua, su cartera (con la cédula, muy importante) y el celular, partió a pie al gimnasio vertical. Ya había previsto que se enfrentaría a los inconvenientes de este tipo de jornadas, la desinformación, desidia del personal, el descuido de algunas personas que no guardan las medidas de prevención adecuadas… Y nada más al llegar recibió su dosis de patria.
“Aunque el mensaje decía que debía estar allá a las 11:00 am me fui a las ocho, y creo que ya era tarde. Había por lo menos 200 personas en un espacio que no superaba los 100 metros cuadrados y nadie respetaba el distanciamiento social”, contó José.
“Tiene que hacer esa cola para anotarse”, le dijo alguien en medio del caos que sobrepasaba a los milicianos, en su mayoría hombres y mujeres de la tercera edad, que trataban de organizar a una muchedumbre sedienta de vacunas.
Efectivamente, cédula y celular en mano –pensando que le iban a pedir que mostrara el mensaje que había recibido– José hizo la primera de las tres colas que le tocó para inmunizarse contra la covid-19.
Cuando le correspondió el turno para dar sus datos, a eso de las 9:00 am, una señora mayor con una franela blanca identificada con el nombre de Héctor Rodríguez le pidió su nombre, número de cédula y le dio un número: “que no se te olvide”, le advirtió sin pedirle nunca que mostrara la cédula o el mensaje de texto.
Tras este primer paso, José quedó “como pajarito en grama”, sin saber a dónde dirigirse ni a quien preguntarle. En medio de su incertidumbre, apareció una curvilínea –y muy bien alimentada– joven ataviada con una franela del PSUV y una camisa roja encima, quien micrófono en mano se dirigió a los presentes: “Compañeros, motivado a la lluvia, el personal que coloca las vacunas está retrasado, por lo que les recomendamos que se vayan y vengan como a las 11”, vociferó.
José obedeció; luego se dio cuenta de que en este país hacer lo correcto es un error. Cuando volvió, un poco antes de las 11, el caos se había multiplicado. Notó que la gente cargaba un cartón con números.
– ¿Chamo, y eso dónde lo dan? le preguntó a un joven.
– Dile a ella, es quien los está repartiendo, respondió el muchacho señalando a la joven del PSUV.
Abriéndose paso entre un grupo de personas que le pedía información a la chica de rojo, logró que le diera el cartón con el número que le había dicho la señora de blanco que tomó sus datos inicialmente. Esta vez tampoco le pidieron ni la cédula ni el mensaje de texto.
Los rusos y los chinos
“Tienes que esperar porque primero van a entrar los rusos”, le dijo un miliciano al revisar su cartón.
“¿Los rusos?”, preguntó José. “A las personas mayores de 60 años se les va a poner la vacuna rusa y a los menores de 60 la china, entonces tenemos la cola de los rusos y los chinos, y tú eres un chino”, explicó entre risas el veterano uniformado con el traje color caqui.
José se replegó a la espera de que llamaran a los suyos, “los chinos”, cuando de repente vio al joven que le había dado la información sobre los cartones –y que tenía un número mucho más alto que el suyo– entrando al gimnasio para vacunarse.
“Enseguida me metí en el bululú. Luego vino otra señora revisando los números y me puso casi al comienzo de la cola. Ahí estuve como dos horas hasta que nos pasaron a donde estaba la última cola ya para vacunar”, explicó.
Mientras esperaba, la chica del PSUV, en varias oportunidades pidió a las personas que tuvieran que hacer alguna diligencia que se retiraran y volvieran a eso de la 1:00 pm, sin embargo, esta vez José decidió desobedecer y se mantuvo en la cola.
La joven de rojo también decía: “Recuerden que todo esto es gracias al presidente Nicolás Maduro y al gobernador Héctor Rodríguez, quienes trabajan por la salud de su pueblo. Tengan calma que todos van a salir hoy de aquí vacunados”.
Poco después del mediodía, José pasó a la última etapa, ya dentro del gimnasio, donde realizó la última cola y recibió su dosis de la vacuna china Sinopharm. En total dedicó un poco más de cuatro horas para recibir la primera dosis.
“Realmente no me puedo quejar. Las personas que están a cargo del proceso son atentas y amables, especialmente con los hombres y mujeres de la tercera edad. Hoy se retrasó el proceso por la lluvia, pero después que comenzaron a inyectar a las personas todo fluyó con rapidez”, afirmó José.
Además, confesó que, como nunca le pidieron el mensaje de texto, al día siguiente mandó a su esposa con su mamá. “No llovió y todo fue más rápido. Llegaron a las ocho y salieron a las diez de la mañana y tampoco les pidieron el mensaje de texto. Gracias a Dios ambas están vacunadas ya”, revela con emoción.
Había logrado, por primera vez, sacar provecho al desorden y falta de protocolos de la gestión chavista. Ahora solo espera que realmente se cumplan los lapsos y en 21 días todos reciban su segunda dosis.
“Quiero que vuelva la normalidad, bueno, aquí nada es normal, pero como estábamos antes, sin la preocupación por contagiarse, los tapabocas y estar lavando todo y con miedo”, concluyó.