Crónica de una elección adelantada, por Eduardo López Sandoval
Autor: Eduardo López Sandoval
La Presidente de la mesa con voz encendida le vociferaba al Coordinador del Centro Electoral, que no tenía autoridad para acompañar a ningún votante, que eso violaba el aspecto más sagrado del derecho al voto, el secreto.
–Aquí en este Centro se hace lo que diga la autoridad, y la autoridad única soy yooooo. –Vociferó el gordo Coordinador del Centro Electoral, con una gran bolsa brillante por el sudor que huye de la tela flexible, que es la barriga de su legítima propiedad que cuelga presuntuosa por los escolares pasillos.
–Aquí se hace lo que diga la Ley, –se defendió la Presidente de la Mesa–, y la Ley no le da a usted la “autoridad” para asistir ni a un solo votante, y ésta es la cuarta vez que lo hace…
-¡Esta escuálida, entonces!, ¿va a prohibir el Acompañamiento a los votantes que decretó esta Revolución Bolivariana? -Envalentonado gritó el Coordinador, que amenazaba disparar una ráfaga de botones de la sudorosa camisa…
-El Acompañamiento a los votantes está perfectamente regulado por la Ley, –dijo la Presidente de la Mesa, con voz casi de miedo, sosegada por los militares que se agolpaban al lado de la barriga que coordinaba el Centro Electoral–. El ciudadano que requiera asistencia así debe manifestarlo a la Mesa, y él debe seleccionar al ciudadano de su confianza que será su acompañante, que debe ser un ciudadano con cédula de identidad, que debe ser registrado aquí, -y señaló a uno de los miembros de la Mesa-, en este cuaderno que lleva el profesor Orlando…
La Presidente de la Mesa, con obligada y suficiente cortesía, tomó el cuaderno de anotar los Acompañamientos, precario control que no le permite al Acompañante actuar con ese rol más de una vez en esa Mesa, con lo que sí permite que pueda hacer fraudulentos Acompañamientos en todas las demás mesas del país que pueda alcanzar.
La Presidente, que se dio cuenta desde el amanecer que era solitaria defensora de la democracia en ese Centro, al cual no asistió un solo Testigo de los candidatos “opositores”, también se percató perfectamente ahora, cuando tomó el cuadernito y lo elevaba al cielo del salón de clases de bachillerato, que mientras más lo elevaba más le bajaba la estatura al barrigón funcionario; con teatral gesto chaparreaba con el lápiz al cuaderno que sonaba en la sabana llanera como garrotazos en la barriga del alzado funcionario público…
Por estos intentos de fraude, la mayor de las veces realizados, las elecciones varias veces se paralizaron, hasta que llegaba el Plan República…
Los labios secos por la tragedia del hambre de la última docena de años. Esa mañana del domingo bien es el tiempo para que sin especial programación el primero de la cola en esa temprana mañana vaya pedaleando su bicicleta de reparto de incierto color a llenarla de mangos de colores ciertos. Mangos de oro que hubieran sido la mágica solución a la resequedad de los labios de esa mañana en la que cumple con el sacrosanto derecho de votar por la continuación de la aridez de su aparato digestivo, sin opción, porque todos los candidatos son la programación del hambre por los próximos seis años. Los mangos los cosecharía en el Hato El Tapiz, lugar de la hermosa laguna que fue espacio inspirador para que Lazo Martí escribiera el poema Silva Criolla: “Es tiempo de que tornes, es tiempo de que vuelvas…” En este paraje llanero hay cientos de matas de mango, centenarios de dulces sabores y de años. Los propietarios dejan los domingos que cada bicicleta lleve un saco de frutas color de oro, son los mangos más dulces de los Llanos Colombovenezolanos.
En otros años la cola para votar ha sido ocasión para saludar viejos amigos, pedir la bendición a los padrinos que no veía desde el invierno pasado, pero esta vez no hubo bendición, no había cola en las afueras del liceo, en las puertas de los salones una corta fila de ciudadanos se ordenaba con sus caras de sequedad…
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El comemango dio dos pasos a sus derecha y se convirtió en voluntario colaborador, desde temprano ordenó la fila de votantes, lo que le permitió ser testigo de la trama de esta vieja obra de teatro, que otrora se llamaba ACTA mata voto, que bien puede llamarse en estos tiempos de Revolución Bolivariana, voto asistido mata democracia. (Y vale este paréntesis, el régimen ofreció obtener diez millones de votos y convino comprar cada voto –con dineros públicos claro está–, por diez millones de bolívares, y dijo el Interfecto, “dando y dando”, por lo que había que controlar que quien conviniera vender su voto tenía que ser acompañado al acto de votación, sin importar que el vendedor evidente no cumpliera con la minusvalía que justificara el Acompañamiento, como avanzada edad, impedimentos físicos, ciegos, sin brazos…)
Desde muy temprano se escenificaron numerosas batallas en este enfrentamiento por la democracia, en una veintena de ocasiones funcionarios adeptos al gobierno, uniformados todos, unos con el uniforme militar, los más uniformados sus rostros de dominados por las bolsas CLAP, que circunstancialmente, por ese domingo, se convierten en dominadores por la fuerza del llamado Acompañamiento, de sus vecinos. Los Acompañantes no hacían cola.
Estos tiempos de discusión que eran los choques de la Presidente de la Mesa 2 contra el barrigón fueron los más, otras veces se enfrentó –además– con los más disímiles partidarios del Socialismo del Siglo XXI. Esta mesa se convirtió en una trinchera que a ratos no permitía que el dominio del régimen fuera total,…se intentaba infructuosamente.
La pelea intestina en esa mesa por la democracia la dio la Presidente de la Mesa, que no pertenece a partido político alguno, razón por la cual -quizás- se le permitió que ocupara dicho cargo. Pero los enfrentamientos no restaron un gramo a la masa del barrigón que coordinaba el Centro. Los fraudulentos resultados son conocidos.
Los tiempos de la peleas se alargaban como para que Comemango realizara una encuesta, nuestro amigo tuvo la oportunidad de ser estudiante del Tecnológico de los Llanos, donde no alcanzó el título, pero sí adquirió suficientes conocimientos en la materia Estadística como para elaborar este experimento científico. Tomó como muestra a diez votantes, cinco de ellos votaban por la reelección del Interfecto, los otros cinco se repartían entre los demás candidatos, uno que no contestó y otro que decía votar nulo. Si a este resultado se le se sumaban los “votos acompañados”, los del “dando y dando”, que no hacen cola, aseguraban los resultados: el desierto.