Crónicas sociales, por Marisa Iturriza

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Si actualmente se presencia el retorno a la antigua práctica de cargar agua en tobos o pagar cisterna porque no circula por las tuberías, o buscar leña porque no hay gas para cocinar, hay que reconocer que —gracias a la computación— también puede observarse otro retorno más aceptable, el de una faceta considerada ligera o frívola, antes muy leída en la hoy casi desaparecida prensa local: las crónicas sociales, o sea, reportaje, comentario o chisme acerca de celebraciones en determinados círculos o de socialités, fiestas, bodas, bautizos, cumpleaños, graduaciones, ascensos o nombramientos, etc., que siguen efectuándose, pero con el ritmo riesgoso de los tiempos actuales como veremos a continuación:
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Si no hubiera sido por la reacción de un alto funcionario ante la mención que hizo una reconocida ciudadana a través del correo electrónico, destacándolo entre centenares de invitados, pocos se habrían enterado de su presencia en una boda celebrada en plena restricción «coronavírica» en una ciudad del oriente del país. Pero, a lo mejor fue una maniobra astuta, de quién sabe quién, para dar publicidad al brillante evento que la señora criticó desdeñosamente (lo cual le valió una más que seria amonestación) en lugar de describir la fastuosidad del escenario, la exquisitez del brindis, el estupendo obsequio gastronómico, el glamour de la concurrencia, lo refinado de atuendos firmados por modistas famosos, la gentileza de los anfitriones, tal como haría un buen cronista de sociales, destacando además la oportunidad que tuvo el personal involucrado en ganarse unos buenos reales en esta pandemia apabullante y los cotidianos «gourmets» callejeros de degustar las «delicateses» sobrantes.
Una curiosísima crónica social sería reportar que, dentro de un exclusivo club para autoridades policiales, se efectuó un evento recreativo para agasajar a allegados y/o afines patrocinado, «aunque ud. no lo crea«, por un sujeto muy conocido por su apodo mas bien cariñoso y —sobre todo— por sus actividades opuestas a la línea antidelictiva que se supone de obligatoria observancia por los miembros del mencionado club. Pero, los tiempos cambian y lo que era incorrecto a veces ahora no.
Esperando los resúmenes de los cronistas relatando la rumbosa vida de los socialités y demás miembros de la nueva alta sociedad neoligárquica, terminemos recomendando utilizar los tapabocas ahora in y mantener la «distancia física»; la social, no, porque aunque sea por teléfono seguimos en contacto. Hasta la próxima y:
Feliz fin de semana.
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