Cuando un líder se siente “impostor”, por David Somoza Mosquera
@DavidParedes861
No siempre los líderes exitosos tienen una alta autoestima o son cien por ciento seguros de sí mismo. Y aunque cueste creerlo, en algún momento de sus carreras pensaron que sus triunfos eran producto de la suerte y no gracias a sus habilidades y capacidades. Peor aún, llegan hasta considerar que son un fraude y, por lo tanto, serán descubiertos y todo lo que habían construido se derrumbará.
A ese sentimiento, que para algunos puede resultar inexplicable y hasta extraño, se le conoce como “el síndrome del impostor”, y no solo lo pueden experimentar los líderes, sino también cualquier empleado. Está ligado a trastornos del estado del ánimo como la ansiedad y/o la depresión y puede aparecer más fácilmente en personas que ya tienen el síndrome burnout o estrés laboral.
El síndrome del impostor fue acuñado por las psicólogas estadounidenses Pauline Rose Clance y Suzanne Imes en 1978. Posteriormente, se sumó el trabajo de Joan C. Harvey, quien en 1985 escribió el libro “If I’m So Successful, Why Do I Feel Like a Fake: The Impostor Phenomenon” y cuyos hallazgos no han perdido vigencia.
Todo lo contrario, las revelaciones de Harvey continúan evidenciando un fenómeno psicológico -no una enfermedad mental, como lo han aclarado varios psicólogos- que afecta a más personas de lo que se piensa, pero sobre todos a aquellas que son perfeccionistas y con un alto sentido de responsabilidad, aunque sumamente inseguras y con una baja autoestima.
De hecho, plantea que al menos 70% de las personas con éxito -incluye figuras del espectáculo, deporte y negocios- ha experimentado en algún momento el sentimiento de ser un impostor o un fraude en su trabajo.
Más recientemente, Daniel Colombo, coach especializado en alta gerencia, calculó, de acuerdo con el portal expansion.mx, que 30% de los ejecutivos en el mundo padece este síndrome en distintos niveles. Incluso, detectó algunas señales: desvalorización, agotamiento, angustia, estrés y caos en su desempeño laboral.
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En cuanto al desempeño laboral, el síndrome se puede manifestar de diferentes formas. Cuando, por ejemplo, de manera inconsciente el líder o empleado no progresa o aspira a un puesto superior, cuando le da miedo asumir un cargo de más responsabilidad o se muestra reacio al cambio y prefiere permanecer en su zona de confort.
Y como se trata de un ‘impostor’ se las ingenia para disimular sus sentimientos y evitar exponer su vulnerabilidad. No obstante, este síndrome a la larga trae consecuencias no solo para la persona que lo padece, sino también para la empresa donde labora.
Como han expuesto psicólogos, el afectado termina creando un “patrón de duda” acerca de sus propias capacidades y lleva a cabo conductas de forma compulsiva en el intento de poner fin a su preocupación, las cuales se pueden manifestar en actitudes autoritarias que enturbian el clima laboral.
Sin embargo, aunque existan pistas suficientes, a las empresas no les es fácil identificar el síndrome del impostor porque predomina un desconocimiento sobre el tema. Pero, en cualquier caso, hay que atender el problema y a las compañías les compete fortalecer la atención a la salud psicológica y emocional de sus empleados. No solo se benefician ellos, sino también la organización.
David Somoza es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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