¿Cuánto vale un gringo?, por Fernando Rodríguez
La liberación de Alex Saab es un golpe criminal contra las luchas liberadoras de los venezolanos, contra la justicia, contra la dignidad de Norteamérica, contra la habilidad diplomática. Es una estupidez del presidente Biden, muy probablemente en buena parte –como dicen las malas lenguas- una especie de chochera navideña y, sobre todo, la creencia de que un gringo preso en otro país no tiene precio. Hay una película de Spielberg, algo tonta y técnicamente insuperable, Buscando al soldado Ryan, que cuenta el hiperbólico esfuerzo del ejército norteamericano en la Invasión a Normandía, en medio de centenares de miles de muertos de ambos bandos, para encontrar un soldado extraviado por razones sentimentales. Es muy simbólica.
Porque a todas luces Saab era una de las piezas más descomunales de la corruptela y la destrucción del país. Diez años manejando las gigantescas compras de jugosos rubros del país. El muy brillante periodista Roberto Deniz, de la extraordinaria publicación nacional de investigación Armando-Info, quien desarmó la trama del tracalero, centímetro a centímetro, calcula que manejó cerca de diez mil millones de dólares, en negocios que “inexplicablemente” ponía Maduro en manos de su “testaferro”, según dicen tantos.
Su universo no sólo era venezolano, sino italiano y colombiano al menos, donde se le han abierto expedientes judiciales. No se puede olvidar una de las más memorables batallas diplomáticas, de meses, para obtener su extradición de Cabo Verde a Estados Unidos y en que se han debido gastar unos cuantos centenares de miles de dólares del mísero presupuesto nacional. Una verdadera joya, un símbolo pues.
Pero además, y como si fuera poco, locura de locuras, Saab y su esposa pasan a ser miembros plenipotenciarios de la mesa de diálogo en que se decidirá el futuro nacional, el de usted también. Todo esto no ha sido tomado en cuenta por el estadista más poderoso y sus sabios asesores. Y se ha cambalacheado por unos diez americanos de medio pelo y probablemente –más allá de la naturaleza tiránica y tramposa de sus carceleros- no todos parecen precisamente angelicales.
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Sin duda este es un triunfo gigantesco para Maduro, tanto que hasta dicho que en adelante se va a portar bien con los yanquis. Y Biden balbucea para atenuar su irresponsabilidad, si y no, que Barbados está funcionando y que por allí podrían venir unas inmaculadas elecciones, quién quita.
María Corina ha sido muy dura con el operativo, no con el operador del Norte, y la ha emprendido con mucha dureza sobre las intenciones de Maduro, que son siniestras, y que aun la liberación de nuestros presos –algunos muy suyos- con el argumento de la puerta rotativa que saca a unos y mete a otros. Y que es tal su reciedumbre que hace pensar que no está esperando que su caso, que es el centro del centro de este juego, se vaya a resolver positivamente en fechas próximas o lejanas. Por lo que quedamos en las mismas, pero con otro cerro de ignominias encima.
Por supuesto nos unimos a todos los actos fraternales con los presos liberados, arbitrariamente condenados o por juzgar, dignos luchadores contra la tiranía. Son hermanos.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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