Cuatro elecciones y dos democracias, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Cerrando las puertas del mes de noviembre, cuatro países latinoamericanos transitaron por respectivos procesos electorales: Nicaragua, Argentina, Venezuela y Chile. Cada una de las elecciones contó con las participaciones que, en algunos casos, tanto encuestas, como especialistas así lo vaticinaban. Incluyendo sus resultados. Resultados estos que ratifican las diversas preocupaciones, que sobre la vigencia de la democracia que hemos conocido, han mostrado estudiosos desde la individualidad, hasta los centros de observación e investigación universitarios.
Nicaragua fue el primero de los países que (fingió) vivió unas elecciones con los resultados adelantados desde hace varios meses, sin garantías de ninguna clase, el excombatiente contra la dictadura de Anastasio Somoza se encargó de que ningún opositor, siete encarcelados, no participaran en ese proceso y así asumir como el mandamás en ese país. Daniel Ortega, ha torcido todos sus ideales que, sobre la democracia, supuestamente, pregonaba y se ha enfundado el traje de aquel dictador a quien combatió y luce como el próximo heredero de una eternidad autócrata en ese país.
En unas declaraciones, o balbuceo, Ortega aludió al voto, tal y como lo suelen hacer los dictadores, advirtiendo que este “no mataba a nadie. Que no causaba herida alguna a ninguna persona”, claro esa es su tarea. Varios países protestaron en contra de esas elecciones, y así la comunidad internacional se prepara para comenzar la tarea de presionar a Ortega, muy propio de estos tiempos.
Aunque ya se ha comprobado que la comunidad internacional suele estar atada de manos en la tarea de restaurar la democracia en Nicaragua sino cuenta con la participación de una oposición unida y una población con esa misma condición y organizada.
Por otra parte, en la Argentina se han celebrado unas elecciones legislativas que han dejado al peronismo muy debilitado. Sus conflictos internos y la sombra corrupta de muchos de sus integrantes como la de los esposos Kirshner, mantienen hastiados a los argentinos quienes están buscando, como es lo común hoy día, una puerta de salida y a al justiciero necesario que castigue a los responsables de los escándalos argentinos, y además les ayude a salir adelante desde lo económico y lo social. El escenario descrito, se ha demostrado en estas elecciones cuando los peronistas perdieron suficientes escaños como para determinar que el peronismo comienza a perder sus espacios de poder.
Pero como una alerta para la maltrecha democracia argentina, el economista Javier Milei, quien se describe como libertario y cree que el Banco Central hay que cerrarlo, y que también asegura que el cambio climático es un invento de la izquierda, ha llegado al Congreso de ese país. En sus discursos Milei se ha definido como un anarcocapitalista dinámico –vaya a usted a saber esa característica–. Como todo populista, Milei ha estado al frente de programas de Radio, ha sido futbolista y hasta cantante, además de usar una chaqueta de cuero. En sus discursos este nuevo populista, dice que lucha por la libertad; incluso su partido se hace llamar La Libertad Avanza, ajustado a los trucos y al ilusionismo que usan los mentirosos. Su camino comenzó siendo considerado como el de otro comediante más y hoy avanza como una amenaza más para la democracia.
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Este nuevo personaje de la política argentina ha encontrado, como todos los principiantes autócratas y populistas, eco en su discurso dirigido hacia la política. Es decir, Milei se afinca en la anti política y como quiera que los verdaderos políticos se han ocupado más de ellos y sus bolsillos que de hacer política, los anti política tienen mucha pegada en los pueblos que andan agobiados y asqueados de los pocos transparentes actos de sus antiguos dirigentes, y que no encuentran ya un proyecto por el cual se sientan identificados.
Milei tendrá una presencia muy mínima en el Congreso argentino, para ya, por el siempre hecho de haber llegado, comenzará un nuevo suplicio para la democracia. Y por qué, ya podría estar pensando en las elecciones presidenciales del 2023.
En la frontera con Argentina, otro país austral celebró elecciones presidenciales. Esta vez fue el turno de Chile desde donde decidieron ir a una segunda vuelta con dos candidatos que, aunque no se conoce mucho de ellos, son una especie de acertijo difícil de resolver para el futuro de la democracia. Gabriel Boric del ala radical de la izquierda y José Antonio Cast, otro radicalista, pero de derechas. Ya del último habíamos comentado que podría dejarse colar para la segunda vuelta y allí está. Lo que sorprende es que dejó en el segundo lugar a Boric, quien encabezaba las encuestas.
Con los dos candidatos que han alcanzado la segunda vuelta, lo radical de los ismos, también se cierne sobre la democracia en Chile. Independientemente de los resultados, estar en los extremos sin ninguna posibilidad de mover sus piezas hacia distancias más prudentes o indicadas para gobernar, es demasiado riesgoso para los sistemas de libertad y justicia.
Y para finalizar, llegamos a Venezuela, donde al final de la noche del domingo 21 de noviembre, se vuelve a ver un mapa totalmente teñido de rojo y tres puntos azules. En su discurso, Nicolás Maduro celebrara el triunfo. ¿Cuál triunfo?
En las elecciones celebradas en Venezuela, solo cuatro de cada diez venezolanos participaron, por lo que se puede deducir que la abstención ha sido, una vez más, la triunfadora. Esa abstención que muchos invocan para salir del actual régimen porque, según, el voto garantiza su legitimidad, pero que a la vez no saben cómo hacerlo cuando se pide esa inhibición. Esos abstencionistas que suelen llamar colaboradores a quienes se atreven a exponer que la recuperación de la democracia en Venezuela pasa por la participación, tanto en la protesta pacífica, como en los procesos electorales, fueron quienes en realidad se llevaron el triunfo junto a Maduro y su partido.
Lo que también ha quedado demostrado, una vez más, es que a través de las elecciones se puede derrotar a Maduro y a todos sus secuaces, porque el rechazo está allí, latente y pendiente como una guillotina que está suspendida en un hilo.
Lo complicado es que esa hilacha solo cedería si se recuperara la confianza de los votantes.
No obstante, para que eso ocurra, se tiene que trabajar muy bien, primero en lo interno, cosa que ha sido casi que imposible porque la unidad se encuentra muy lejos de los dirigentes opositores; segundo en disminuir el ruido del abstencionismo y tercero la credibilidad en el voto, trabajo titánico pero que tuvo una aproximación durante este proceso con la presencia de los observadores de la Comunidad Europea.
Estas cuatro elecciones que hemos revisado solo nos han mostrado los síntomas de dos democracias que intentan sostenerse y dos que son como de plástico, casi desechables y maleables a los caprichos de los que detentan el poder y la fuerza, que son minorías, pero que han aprovechado los baches que dejan quienes se les oponen.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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