Cuenta regresiva, por Teodoro Petkoff
Por lo que respecta a TalCual, ya hemos fijado posición. Vamos a un paro que consideramos legítimo en su motivación y estimulado también por la intemperancia provocadora del Presidente. Pero quedan diez días por delante. ¿Qué se va a hacer durante ese lapso? ¿Esperar sentados, en un ambiente de creciente turbulencia política, con manifestaciones y contramanifestaciones, que caldearán aún más los ánimos y prepararán la pelea estelar? Nos negamos a aceptar la idea de que quienes están bravos no se hablan. Al contrario, mientras más bravos están, más razón hay para que se hablen los contendores. En estos diez días la dirigencia empresarial debería atender la invitación de José Vicente Rangel. Si Rangel es el representante del Gobierno, pues es con él con quien hay que hablar. Aunque no sea sino para poner a prueba la sinceridad de su discurso. Lo que obliga a Rangel, por cierto, a bajar del cielo de las generalidades y presentar ofertas concretas, para abrir juego. Un primer contacto dirá si vale la pena o no continuar el diálogo. Si éste se engranara, las posiciones extremas, de lado y lado, podrían comenzar a ser aisladas. Porque, mientras de un lado está Chávez, acariciando la idea de un gobierno fuertemente militarizado (de lo cual es muestra el tono provocador de él y de varios de sus generales, la militarización de Caracas, el espionaje telefónico a dirigentes políticos y empresariales, el acoso a periodistas), acentuando todos los rasgos autoritarios; del otro, pescando en río revuelto, están quienes acarician el propósito de un derrocamiento violento del Gobierno. Ambos creen que, eventualmente, ésta podría ser la coyuntura adecuada para tales fines. No necesariamente alguno de estos escenarios tendría que concretarse fatalmente. Todo depende de la capacidad de hacer que la política ocupe el lugar que algunos quisieran darle a la fuerza. Todo depende de las circunstancias. Una de las cuales es que en verdad se produzca un contacto serio entre Gobierno y empresarios y se alcancen las condiciones mínimas para una revisión de los aspectos más polémicos de las leyes en cuestión.
Hay que insistir en que el meollo de la situación no es el paro sino las leyes. El interés del empresariado y del país es que se abra una posibilidad de revisar las leyes. El paro no es un fin en sí mismo, sino un medio referido a las leyes de la Habilitante. Revisar y reformar lo reformable de ellas en la Asamblea Nacional (escenario propicio para ello) es el objetivo. Si éste se pudiera alcanzar mediante un entendimiento entre las partes, la diligencia para que ello tenga lugar no debería dejar de hacerse. El empresariado, y muchos otros sectores que se están sumando al paro en una oleada incontenible, han dado pruebas contundentes de su determinación. Sobre ello el Gobierno no debería abrigar dudas Esto es en serio. Precisamente por ello, éste es el mejor momento para hablar. Si del diálogo no sale nada, pues bien, vamos al centro del ring y nada de golpes por debajo del cinturón, por favor.