Cuesta abajo, por Teodoro Petkoff
Los abogados del golpe de Estado suelen utilizar dos argumentos principales. Primero, que Chávez no respetaría ninguna decisión institucional que le sea desfavorable; segundo, que el país no aguanta los supuestamente prolongados trámites de una salida a través de las instituciones. El primero (del cual nos ocuparemos hoy) parte de la premisa de que Chávez las ha ganado todas desde que es presidente. Esto no es cierto. En estos tres años, sin que mucha gente en la oposición parezca percibirlo, Chávez se ha debilitado y la oposición se ha venido fortaleciendo. De niveles de aprobación popular que llegaron a ser de 80%, su respaldo, aunque continúa siendo relativamente alto, se ha reducido a un poco menos de la mitad. Los partidos políticos han recuperado cierto protagonismo. El sindicalismo, gracias, entre otras cosas, a la torpe manera como Chávez pretendió destruirlo, mantiene su significación y ha recuperado algo de la legitimidad perdida. Hace un año la oposición no se atrevía a salir a la calle, hoy se puede decir que ese espacio se lo conquistó definitivamente al gobierno. Por último, pero no por ello menos importante, la gobernabilidad del país se ha venido escapando de las manos del presidente. Las instituciones han ido ganando autonomía. En la Asamblea Nacional, la aplastante correlación de fuerzas de dos tercios contra un tercio a favor del gobierno ha evolucionado hasta un virtual empate político. En el Tribunal Supremo de Justicia se ha operado un deslinde político cargado de consecuencias. La FAN está lejos de ser ese monolítico «partido armado de la revolución» del cual se jactaba el presidente.
Nada de esto ha sido casual. La enorme suma de errores, algunos de ellos garrafales, cometidos por el gobierno, amén de su patológica ineptitud y corrupción, y la formidable fortaleza de la cultura democrática del país, que ha puesto una mano en el pecho a la propensión autoritaria, han producido este resultado. Lo lógico es desarrollar esta vía y no permitir que so capa de la lucha contra el gobierno se cuelen tendencias golpistas, tanto o más autoritarias que la gobernante y con una perversa orientación revanchista y antipopular. Las condiciones para continuar profundizando la acción en el terreno que ha dado resultados positivos están dadas y las bravuconadas de Chávez no deberían oscurecer esta perspectiva. El único resultado que ha producido el golpismo hasta ahora ha sido el de refortalecer popularmente al régimen porque la siniestra perspectiva que asomó el gobierno Carmona contribuyó a restablecer en parte el respaldo que aquel venía perdiendo. El camino golpista sólo puede conducir a la negación de las raíces democráticas de la nación.
Las decisiones del TSJ han abierto nuevas posibilidades de acción; en el Parlamento debería avanzarse en la revisión de las leyes producto de la Habilitante, así como en la elección del CNE; los partidos y las organizaciones civiles deberían asumir la preparación de los referendos revocatorios en gobernaciones y alcaldías (que son para ya). El sindicalismo tiene un vasto campo de acción, más allá de esa gimnasia inmediatista de la huelga general. En fin, existen caminos para la lucha popular. No hay necesidad de tomar atajos que pueden llevar a saltos en el vacío.