Cuesta abajo, sin frenos y pisando el acelerador, por Xabier Coscojuela
En materia política, el gobierno de Maduro acusó el golpe que significa la aprobación del 1% de las firmas así como la incorporación de los diputados electos por el estado Amazonas. Su respuesta es la de siempre: más confrontación
Autor: Xabier Coscojuela
Los anuncios hechos por el presidente Nicolás Maduro esta semana ponen en evidencia, de nuevo, que no está capacitado para enfrentar la grave crisis que vive el país y de la cual es en buena parte responsable. También pone de manifiesto que quienes lo acompañan tampoco están a la altura de las circunstancias y están dispuestos a cualquier cosa por mantener el poder.
Las diferencias en materia económica se mantienen dentro del Ejecutivo.
Esas diferencias fueron la causa de la salida de Rafael Ramírez hace dos años y son ahora la razón para lo mismo en el caso de Miguel Pérez Abad y, probablemente, Eulogio Del Pino. Más Estado o más mercado sigue siendo el quid de la cuestión.
La primera alternativa implica más negocios para los que usufructúan el poder.
Algo que no están dispuestos a perder. Por lo tanto, cualquier intento por privatizar empresas en manos públicas es visto como una amenaza.
No importa que la experiencia diga que las empresas del Estado, casi en su totalidad, estén en quiebra y no le sirvan para nada a la mayoría de los venezolanos.
La entrada al Gobierno de Carlos Faría por Pérez Abad refuerza el estatismo.
La vía más directa al fracaso. Es hermano de Jesús y formado en la URSS. Ambos hijos de Jesús Faría, uno de los comunistas venezolanos más ortodoxo y dogmático, firme creyente del comunismo, muy honesto. Seguramente se preocuparía de ver por quiénes están rodeados sus hijos, pues la corrupción es uno de los signos distintivos de la «revolución».
Según el diputado Héctor Rodríguez, jefe de la fracción parlamentaria del PSUV, la economía es el aspecto más importante y sobre él se debe centrar el diálogo. Al parecer dentro del Gobierno no se ponen de acuerdo sobre lo que tienen que hacer, tal vez sea que no dialogan lo suficiente ni entre ellos mismos.
Solo en este año, el área económica ha estado en manos de dos personas, el decreto de emergencia económica ha sido prolongado ya tres veces y sus logros concretos son más inflación, más escasez y peor calidad de vida para la inmensa mayoría de los venezolanos.
Fracaso total.
Además, Maduro nombra al general Néstor Reverol como ministro de Relaciones Interiores, apenas un día después de que un fiscal gringo lo acusara formalmente de tener relación con el narcotráfico. Somos firmes creyentes de la presunción de inocencia, pero darle ese cargo desdice de todo lo afirmado por Maduro sobre su interés en mejorar las relaciones con la Casa Blanca.
En materia política, el gobierno de Maduro acusó el golpe que significa la aprobación del 1% de las firmas así como la incorporación de los diputados electos por el estado Amazonas. Su respuesta es la de siempre: más confrontación. En el pasado les dio buenos resultados pero los tiempos han cambiado. Siguen sin entender lo ocurrido el 6 de diciembre de 2015.
La incorporación de los diputados amazonenses les está sirviendo para renovar sus amenazas a la Asamblea Nacional. No es nuevo eso de no entregarle el presupuesto que requiere para su funcionamiento. Tal posibilidad ya fue asomada a principios del año por el capitán que la presidió en el período pasado.
El ADN autoritario no les permite aceptar la existencia de un Parlamento independiente del Ejecutivo. Una Asamblea que no cumpla con las órdenes de Miraflores es intolerable. Unos diputados que traten de buscar soluciones a los problemas de la gente los pone en evidencia.
Es que, sin lugar a dudas, estos siete meses de funcionamiento de la Asamblea Nacional han sido más productivos y más provechosos para el país que los 17 años que el Parlamento estuvo en manos del PSUV. Ramos Allup es, rato largo, mucho mejor presidente que el caporal que lo precedió. Esas comparaciones las hace la gente, que no es tonta como ellos creen, y saca sus conclusiones.
Mientras, el país sigue cuesta abajo en su rodada.
Los salarios son un chiste, el hambre se extiende y el hampa manda en las calles.
Por eso la inmensa mayoría los quiere revocar.
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