Cuidado con lo que buscamos, por Luis Ernesto Aparicio M.

Twitter: @aparicioluis
Todavía no he podido precisar si es producto de nuestras insistentes ganas de no mantener una esperanza en la humanidad. Acaso son nuestros profundos apetitos de terminar todo de inmediato y encontrar el camino que nos lleve a un mejor porvenir de manera más rápida, eso sí, con la oferta de que nosotros y nuestra descendencia podamos heredar el paraíso terrenal que cualquiera aprovechado que abunda en todas partes, pueda ofrecer.
Cada día queremos encontrar, o intentamos hacerlo, la tendencia filosófica o política que nos lleve por derroteros más claros, con mayores certezas en cuanto a la lucha por recuperar el crecimiento y el bienestar que todo ser humano merece a estas alturas del siglo XXI. Así que nos anotamos en la primera oferta o creencia de algo que se ofrezca para alcanzarlo.
Y cuando hablo de sistema, me refiero básicamente a los sistemas de gobierno. Este siglo ha traído consigo muchas variantes, entre ellas el agotamiento de todas las estructuras de gobierno que hemos conocido. Desde las democracias abiertas, dictaduras y autocracias, todas se encuentran en una fase de desgaste que ha ido afectando la credibilidad de todos nosotros sobre ellos. Lógicamente, los sistemas de gobiernos con tendencias absolutistas de entrada quedarían descartados como algo necesario. Aunque esto parece que no es tal.
La clara razón de que no hay un rechazo inmediato por el personalismo y el control en manos de una sola persona, es decir la autocracia, es ese extraño crecimiento del anti todo que se ha sembrado entre muchos ciudadanos hoy día. Además del hartazgo que han originado los partidos tradicionales, lo cual ha proporcionado terreno abonado para la mentira y la manipulación.
Lo cierto es que la búsqueda o la apuesta por el progreso de los países está recayendo en una extraña regresión histórica. Incluyendo las nuevas generaciones sobre quienes, en buena parte, está reincidiendo la posibilidad de encontrar la mejor vía para que los cambios se produzcan. No obstante, son muchos los que han volteado para otro lugar dejando que otros, sobre todo las personas mayores, se ocupen de su participación en los cambios necesarios y con ello su futuro. Menuda paradoja.
En el mundo hay señales claras de que se han comenzado a articular mecanismos para que personajes de clara postura represiva, violenta y poco respetuosas ante el ser humano, entren de forma sigilosa en la arena política en segunda década del siglo XXI. Incluso, me atrevería a señalar que lo están haciendo con mayor efectividad. Incluso, sin nada que ocultar.
Desde escuchar y luego ver ascender al poder a muchos que representan la misma negación de lo que han prometido, hoy, y puede que más allá, estamos en presencia del sueño de estos antiguos representantes del nacionalismo y otros ismos, volcados hacia el extremismo, alcanzando las más altas preferencias de los ciudadanos.
Todo a base de discursos y promesas complacientes, esas que dejan colar algunas maravillas para el futuro de todos y que en realidad forman parte de una trama prediseñada, con la intensión de arrebatar todo al llegar al poder.
Son figuras que hemos conocido en la historia, aferradas a la añoranza de momentos que han dejado mucho sufrimiento en su camino, las que ahora resurgen de la mano de la apatía y el desinterés por parte de los ciudadanos. Capturando espacios que han dejado líderes que han fallado o simplemente sobre aquellos que se dejaron arrastrar por la creencia de que, al identificarse con, llamémosle nueva propuesta, podrían continuar entre las simpatías de los electores.
Es por lo que, en los últimos años, hemos presenciado el arribo al poder de líderes que van demostrando esta tesis: Vladimir Putin, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan –podría quedarse con todo el poder en Turquía–, Viktor Orban y otros sospechosos habituales que sugieren que la actualidad tiene en su camino político a figuras como estas.
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Intentar buscar un sistema de gobierno como el que estos y otros individuos encabezan para alcanzar la prosperidad y progreso de nuestras naciones, sería un error del cual difícilmente podríamos salir. Por eso es tiempo de afinar el cuidado sobre lo que buscamos.
De tal manera que estamos contemplando impávidos, como esas fuerzas antidemocráticas van avanzando, se van apoderando de la democracia que va quedando. Todo con el ánimo de intentar una nueva versión de la izquierda más tenebrosa o de la derecha nacionalista cruel y demoledora. Es como unas ganas de abrir una apuesta, elevarla si es posible, y ordenar una especie de juegos desbocados hacia el fin de las libertades civiles.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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