¡Cuidado con vainas!, por Teodoro Petkoff
La verdad es que el proceso de selección de candidatos por parte de los partidos de la oposición marcha, en general, conforme a lo pautado, pero con mucha lentitud (ahora se anuncian resultados para el 15 de julio), debido a las complejidades derivadas de poner de acuerdo a tantas organizaciones y lidiar con tantos egos, tantas intransigencias incomprensibles y sobre todo, con tantos «síndromes del candidato». Y, como si fuera poco, hacer encuestas. Pero, eso sí, con fricciones mucho menos escandalosas que las que sacuden al PSUV y sus aliados.
Hay ya acuerdos formalizados para gobernaciones y alcaldías, y sin embargo, vale la pena, para que el público lector sepa del enorme esfuerzo que se está haciendo, así como de sus dificultades, referirnos a algunas conductas que enrarecen un poco el panorama unitario.
Uno de los partidos del acuerdo unitario establece reglas de juego para la selección de sus respectivos candidatos a cada cargo.
TODOS sus dirigentes se ponen de acuerdo en la selección de una sola encuestadora, cuyo trabajo servirá de referencia para la escogencia .
TODOS los dirigentes aceptan que esos números serán acatados por todos los precandidatos. De pronto, en un determinado municipio es desconocida esta regla y el partido aparece con dos precandidatos. La dirección del partido no interviene y la irregularidad se mantiene.
Obviamente, esta conducta no beneficia en nada el propósito unitario. En otro municipio, el precandidato de un partido, miembro también de su dirección y conocedor por tanto de las reglas de juego y comprometido a acatarlas, resulta desfavorecido en la encuesta frente al de otro partido, no acepta el resultado y mantiene su candidatura, impidiendo un acuerdo que lucía posible. Se decide que ambos candidatos ¡resuelvan el asunto bilateralmente! Por supuesto, el juego se tranca.
En otro estado donde Podemos decide hacer primarias, otros partidos comprometidos a utilizar y aceptar el método de las encuestas, vulneran esa determinación y se suman a las primarias; completamente innecesarias, por lo demás, porque todos habían aceptado que en ese estado correspondería a ese partido poner el candidato único. Ahora hay «primaristas» y «encuestistas». Son unos casos, afortunadamente pocos, que, podemos suponer, serán tratados desde la perspectiva del enorme desafío planteado por la exigencia del país y ni siquiera nos atrevemos a pensar que pudieran provocar, como reacción, desarreglos en otros lugares. Ojalá que a la hora de evaluar los resultados de las encuestas que se están comenzando a hacer ahora y que serán la referencia «oficial» para las decisiones a tomar, no se vayan a presentar conflictos de esta naturaleza y que todo sea resuelto dentro de un todo que es mucho más grande que sus partes.