Cuido al vestir, por Marcial Fonseca

Partió de Barquisimeto a la diez treinta de la mañana en su vehículo oficial, en las puertas de este se leía, en gigantes letras, MSAS, y debajo Dirección de drenajes; entró a Rey Dormido como a eso de las once; en la plaza Bolívar de Duaca descendió de su jeep.
Se aproximó a un lugareño cualquiera y le preguntó por la calle donde estaba la oficina de Sanidad; le contestaron, y regresó a su vehículo, tomó la carrera cinco y al cruzar la calle catorce redujo la velocidad para ubicar la placa que identificaría el sitio. La consiguió, se detuvo y entró por una ancha puerta de dos hojas; se dirigió a la recepcionista.
Esta lo hizo pasar al despacho del jefe encargado de la zona. Al día siguiente empezó a trabajar. Fue hacia la calle más congestionada de casas, por ser un pueblo pequeño, había apenas unas treinta vías. Quería cerciorarse de que el sistema de cloacas, con solo seis meses desde que fuera puesto en servicio, estuvieran funcionando tal como se esperaba según los cálculos ingenieriles. Programó la prueba para dentro de una semana.
Mientras tanto, solicitó que le habilitaran un escritorio; se lo consiguieron. Ahí se pasaría las mañanas trabajando, por las tardes se iba a caminar por el pueblo. Estaba encantado de la casa coloniales, y de hecho la oficina de Sanidad funcionaba en una con un corredor en U orientado de izquierda a derecha.
Solicitó permiso para visitar la sede del Club Bolívar; recorrerlo lo llevó a la época colonial; tenía hasta un horno antiguo de tierra. El presidente del Club le contó toda la historia de la institución, estaba llegando a los sesenta años de fundada; fue invitado a la fiesta aniversario. Llegado el día, impresionó por su liquiliqui de lino adamascado, blanco beige inmarcesible y con figuras en altorrelieve hechas de fibras en ambas mangas. Bailó todas las piezas musicales, parejas no le faltaron. Quedó claro que era un bailarín consumado, de ágiles e inmaculados movimientos.
Mientras esperaba la fecha fijada para la prueba todas las noches iba a la plaza del pueblo y socializaba con los presentes; tan notoria era su presencia que uno de aquellos lo invitó para que integrara la comitiva que recibiría al arzobispo de Barquisimeto en una de sus acostumbradas visitas pastorales. Aunque lo que más llamaba la atención de él era la pulcritud en el vestir.
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Por fin el día esperado. Todos fueron sorprendidos cuando lo vieron descender del jeep en traje de baño, ya una boca de visita estaba abierta y él se bajó por ella, pero antes le dijo a sus compañeros de oficina que lo esperaran en la otra boca de visita, situada a cuarenta y cinco metros. Bajó a la cloaca, caminó y nadó por ella, hasta llegar a la salida establecida.
En la noche, en el club, para descansar del día pidió una cerveza bien fría.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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