Cultivo del odio, por Simón Boccanegra
El asesinato del funcionario del CNE en Amazonas, dadas sus características, que hacían bien poco probable que tuviera motivaciones políticas, llevó a Jorge Rodríguez a disparar desde la cintura. Sin esperar ni siquiera la apertura de averiguaciones se lanzó a presentarlo como un caso político; una agresión contra el CNE, contra el proceso electoral y, sin querer queriendo, contra él mismo.
Bastante explícita quedó la idea de que habían sido factores políticos —obviamente adversarios del gobierno—, los autores del asesinato. Con dramatismo de cartón piedra juró solemnemente que no daría descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta encontrar y castigar a los autores del crimen. Nicolás Maduro, para no quedarse atrás, lo secundó. Sin embargo, Isaías Rodríguez, escamado ya por el caso Anderson, se quitó de tonterías y dijo por el medio de la calle que el infortunado señor Oswaldo Rodríguez había sido víctima de un crimen común. Jesse Chacón, aunque admitió esto como lo más probable, “no descartó”, sin embargo, la posibilidad de un crimen político, para dejar una ventanita abierta a la acusación implícita hacia unos tenebrosos opositores no identificados. Los hechos parecen desmentir estas versiones. ¿Qué sentido tiene lanzar acusaciones apresuradas como no sea el del cultivo irresponsable del odio?