‘Curiosear’ en tiempos de IA, por David Somoza Mosquera
La curiosidad es esa chispa que despierta el deseo de aprender, explorar y descubrir nuevas posibilidades. Es esa característica innata de las personas que a lo largo de la historia ha demostrado ser un valioso atributo. Inventos, avances y descubrimientos se deben, en gran medida, a ello.
Por eso la curiosidad se considera una cualidad de gran valor no solo para las personas, sino también para las empresas. En el contexto de los negocios tiene un peso significativo: se convierte en un motor esencial para la innovación. En otras palabras, mantiene vivo el espíritu innovador.
De allí que esa inquietud por saber más sobre el entorno, sobre lo que está ocurriendo, sea una de las cualidades más apreciadas y buscadas por las compañías. Un personal curioso impulsa la productividad, competitividad y rentabilidad, aspectos cruciales en el ámbito empresarial.
En el año 2018, el Foro Económico Mundial de Davos lo había confirmado. Advirtió que la curiosidad sería “una de las cualidades del carácter necesarias para introducirse y mantenerse en el mercado laboral en este siglo”.
Y no sin razón. En esta era de la inteligencia artificial (IA), la cual está irrumpiendo con fuerza en las empresas, la curiosidad se vuelve un activo fundamental: los empleados curiosos tienden a tener un desempeño individual mejor en su trabajo. También aprenden más y más rápido, lo cual es clave si no quieren quedarse rezagados.
De hecho, tal es el impacto de esta tecnología que el Foro de Davos, como antesala al evento que se realizó en enero de este año, compartió una serie de reflexiones. Una de ellas es la referida al futuro del trabajo ante las innovaciones tecnológicas que estamos presenciando y aquellas que están por venir.
Las previsiones -advirtió- es que la automatización y la inteligencia artificial crearán 12 millones de puestos de trabajo más de los que desplazarán de aquí a 2025. “Esta paradójica situación pone de relieve el potencial transformador de la tecnología, que no sólo desplaza funciones, sino que también genera nuevas oportunidades”, indicó.
Sin embargo, esas nuevas oportunidades laborales también traen consigo grandes desafíos y el principal es la necesidad de un cambio de paradigma en la forma en que los individuos abordan el desarrollo profesional. Surge una clara necesidad de una mano de obra altamente adaptable y con las competencias que exigen las nuevas funciones.
En ese contexto, insistimos, la curiosidad es fundamental. Los trabajadores curiosos muestran una actitud entusiasta y proactiva. Tienden a mostrar una mayor apertura a nuevas ideas y están dispuestos a explorarlas. Esto los hace ágiles a la hora de conocer nuevas tareas, nuevos procesos y métodos, lo que facilita su adaptación a entornos cambiantes y en los que la tecnología está jugando un papel preponderante.
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Su presencia les permite a las compañías adaptarse con éxito a las exigencias que plantea esta época. Al poseer esa iniciativa para explorar, detectar oportunidades y plantearse nuevas soluciones, estos trabajadores contribuyen a que las empresas innoven y evolucionen más rápidamente.
Así que hay que ‘curiosear’ en tiempos de la inteligencia artificial.
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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