Curiosidad, pero bien administrada, por David Somoza Mosquera
No hay dudas de que la curiosidad es una de las habilidades más necesarias para el éxito profesional. Genera esa motivación interna que permite a las personas actualizarse y encontrar respuestas e información útil no solo para el desarrollo de su carrera, sino también para llevar adelante su trabajo con efectividad.
En un momento como el actual, en el que los cambios se producen de manera vertiginosa –no olvidemos los años en pandemia– para poder seguir ese el ritmo es prácticamente un deber aprender más y de forma constante. Y la curiosidad, que podemos definir como el deseo o la necesidad de adquirir más conocimiento, se convierte en el mejor aliado.
Sin embargo, no siempre es bueno ser «apasionadamente curioso». Como todo, hay que saberlo dosificar. En el plano laboral, la curiosidad desenfrenada lleva a una distracción improductiva y le impide al empleado cumplir con sus objetivos. Es decir, la curiosidad no dirigida tiene el potencial de hacer que «abandone» su trabajo por tareas innecesarias.
Elizabeth Grace Saunders, quien es coach y fundadora de Real Life E Time Coaching & Speaking, sostiene que con curiosidad, pero sin dirección, los empleados no llegan a ningún sitio en los proyectos más grandes y dedican la mayor parte del tiempo a cosas interesantes que no tienen nada que ver con el trabajo.
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«Esto puede provocar un estrés y una presión crecientes a medida que se atrasa cada vez más, hasta que se ve presionado contra una fecha límite y se ve obligado a trabajar hasta tarde para recuperar el tiempo perdido. Su curiosidad no dirigida socavó su capacidad de dar lo mejor de sí y hacer su mejor trabajo”, advierte en su análisis Is Your Curiosity Helping or Hurting Your Work?
Entonces, ¿cómo utilizar su curiosidad para ser más productivos? Saunders hace una serie de recomendaciones para que los trabajadores aprovechen intencionalmente su curiosidad y así maximizar sus resultados en lugar de socavarlos. Entre estas destacan tres en particular y son a las que haremos referencia dada su relevancia.
-Identificar lo que sea útil y posponer todo lo demás. En este caso, la curiosidad productiva se dirige hacia algo que realmente se quiere hacer. Esto no significa que nunca se pueda aprender sobre algo simplemente porque sea interesante, pero si se tiene poco tiempo en el trabajo, lo recomendable en canalizar esa curiosidad en algo que esté dentro del ámbito de los objetivos trazados y centrar la atención intencionalmente en obtener más información sobre ese tema.
-Aplicar la curiosidad intencional a la resolución de problemas. Este punto se refiere a que es importante tomarse el tiempo y espacio para averiguar cuál es la verdadera causa de un problema antes de dar un paso adelante para resolverlo. En esta pausa se puede aplicar la curiosidad intencional. Tener curiosidad por la raíz del problema permitirá encontrar soluciones más eficaces y resolver los problemas correctos.
-Identificar y reducir el estrés. Aunque parezcan cosas independientes no lo son. La curiosidad también puede ser increíblemente productiva cuando se trata de reducir el estrés laboral. Si se piensa de forma creativa en soluciones alternativas, se puede evitar el agotamiento en el trabajo y ser más creativo, innovador y, por su puesto, productivo.
Así que la curiosidad dirigida intencionalmente, en la que el empleado toma la decisión consciente de pensar de forma creativa en algo importante, puede ser una fuerza positiva en su trabajo y aumentar considerablemente su innovación y eficacia en general.
Y como bien dice Saunders: «Puede ayudarlo a ir más despacio y a reflexionar, para que pueda resolver problemas de negocios, construir mejores relaciones y reducir el estrés».
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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