De Adán y la traición, por Laureano Márquez
La primera traición de que se tenga noticia está vinculada al primer hombre, Adán, cuyo nombre viene del hebreo «», que significaría «hombre rojizo» o «rojo rojito», según algunos y «hecho de tierra», según otros. Si unimos las dos acepciones sería el que está hecho de tierra roja o tierra expropiada. El caso es que Adán desobedece a Dios, dado que come del árbol prohibido y tanto él, como Eva, son expulsados del Paraíso acusados por Dios de invasión de la propiedad privada.
Años más tarde el primogénito de Adán, Caín, es el protagonista de la segunda traición de que se tenga noticia. Caín, por celos, porque Dios, que no sufre de colesterol ni triglicéridos, prefería la ganadería de Abel a las ensaladas de Caín, asesina a su hermano usando una quijada de burro.
Dios, que todo lo ve, pero que a veces se hace el loco con los pecados humanos, le preguntó a Caín: «¡Caín, Caín!… ¿dónde está tu hermano Abel?» Caín respondió: «Señor, no te puedo dar información alguna, yo no tengo idea y hay hermetismo total, pero si te metes en www.run run.es o sigues en el «twitter» a @NelsonBocaranda seguro vas a obtener información confiable, porque él como Tú, todo lo sabe». Caín fue castigado y anduvo errante, cual exiliado político.
Sin embargo, la peor de todas las traiciones, peor incluso que la de Páez, es la de Judas Iscariote. Judas era uno de los doce discípulos, el más confiable, como suele suceder, el tesorero de la naciente Iglesia. Judas entrega a Jesús a los sacerdotes del Sanedrín a cambio de 30 monedas. Pero, curiosamente, este episodio también tiene que ver con Adán: no es casual que San Pablo diga que Cristo es «el nuevo Adán»: «Así como hemos llevado la imagen del Adán terreno, llevemos ahora la imagen del Adán celestial» (1 Corintios, 15,49). De hecho la tradición dice que en el Gólgota la calavera que se representa al pie de la cruz, descubierta del barro por la lluvia, es la de Adán, quien ahora, bautizado con la propia sangre de Jesús es redimido del pecado original y con él todos nosotros. Es decir que Adán es comienzo y final de la historia de la redención, a la vez hombre viejo y hombre nuevo, pasado y futuro.
De lo dicho se desprenden algunas conclusiones en torno a las traiciones: la traición viene siempre de quien menos se espera y usualmente del que está más cerca. Casi siempre la traición es motivada por el billete o la ambición, «seréis como Él» y por último, quizá la más importante conclusión: cuando las traiciones aparecen es porque la redención está cerca. Faltan solo 7 meses y 5 días, como dijo el profeta Elías.