De cómo matar de amor, por Simón Boccanegra
Esta mañana este minicronista se quedó patidifuso oyendo al joven Jaua explicar en TV la doctrina Cruz Weffer. Resulta que prescindir de las licitaciones es una línea que viene desde arriba, según y que para eliminar trabas burocráticas que impiden a la revolución derramar sus beneficios sobre la población. Como Fritz, que decidió vender el sofá donde su esposa se acostaba con su amigo Franz, y quitarse así los cachos, el amigo Elías considera que en lugar de perfeccionar el sistema licitatorio lo que hay que hacer es liquidarlo. Vender el diván, pues. Los ladrones se pusieron las botas. Con sus variantes, la doctrina la aplica también el curita Rodríguez, que tiene quebrado el Banco del Pueblo. Según él, para dirigir ese banco lo menos importante es ser banquero. Por eso, si se va a pique, no importa. El Estado repone la plata. Es increíble que después de este medio siglo de populismo en América Latina, que dejó un legado de miseria y destrucción institucional en todo el continente, volvamos a repetir la historia, de la mano de un pensamiento atrasado y fracasado, típico de esos Premios Nobel de Química, que vuelven mierda todo lo que tocan.