De golpes y golpistas, por Simón Boccanegra
Aquí en este país, durante estos diez años hemos visto de todo, pero nunca nos había tocado vivir momentos de cinismo de un calibre tan gordo como los protagonizados por Yo-El Supremo entrándole a insultos a los golpistas militares de Honduras. Mientras lo oía, este minicronista creía alucinar cuando comenzó a ver como pasaban, detrás del capo, las imágenes sangrientas del golpe del 4F y del 27N. No tengo ninguna simpatía particular por los militares de Honduras, pero cuando oía a Chacumbele protestando escandalizado porque habían sacado a Zelaya de su residencia, en piyamas y a punta de pistola, no podía dejar de recordar el asalto a balazos a La Casona, ni se me bajaba de la memoria la imagen de la tanqueta tratando de derribar la reja de Miraflores, ni la huella de los tiros en la ventana de la oficina presidencial en el palacio. También pasaban en sucesión las imágenes terribles y sangrientas de la toma del canal 8 y de sus trabajadores desarmados, asesinados fríamente por lo militares que lo tomaron. Me decía si este hombre que despotricaba contra los militares hondureños los cuales, hasta donde se sepa, y dicho sea de pasada, no han matado a nadie, es el mismo que liderizó aquellas tentativas golpistas contra un presidente tan democráticamente electo como su pupilo Zelaya y las justificaba como una rebelión contra un mal gobierno. Si a ver vamos, los militares golpistas de Honduras habrían podido utilizar las proclamas de Chávez contra el gobierno de CAP para justificar su alzamiento contra Zelaya. Chacumbele nunca pidió perdón por su felonía. Todo lo contrario, transformó esa fecha en una efemérides patria, y con eso sembró en todas la Fuerzas Armadas del continente la idea de que es válido levantarse contra un gobierno democrático. Dirán los militares hondureños que la salsa que es buena para el pavo es buena para la pava y que lo que es igual no es trampa.