De jalamecate a «revolucionario»
La loca de la casa, como Santa Teresa llamaba a la imaginación, suele jugar malas pasadas. En su perorata ante las focas de la Asamblea, Chacumbele, en una de sus habituales divagaciones, echó el cuento de la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, en 1989, en la cual, Chacu, parte de la escolta militar del presidente, rememoró que cuando entró Fidel él aplaudió «para que no me fueran a botar».
Obviamente, se trata de una de sus acostumbradas invenciones, porque en aquel acto todo el Teresa Carreño se vino abajo cuando entró «El Caballo» y lo anómalo habría sido que Chacumbele no hubiera aplaudido, como hizo todo el que estaba allí. Pero cuando Su Alteza terminaba de echar el cuento se detuvo un nanosegundo y se le vio en la cara lo que le pasaba, como un relámpago, por la cabeza. ¿Cuántos de estos lambucios que están aquí y me ríen este chiste y me aplauden, no lo están haciendo exactamente por la misma razón, para no perder mi favor? La loca de la casa lo traicionó.
La morisqueta se le volvió mueca. Le aplicó a aquellos tiempos, cuando habría sido bien dudoso que se hubieran tomado medidas contra el mayor Chávez, hubiera o no aplaudido, lo que sabe perfectamente que se hace hoy, cotidianamente, en su régimen. Su Alteza sabe que ahora sí, al que aplauda o no firme o no se ponga la franela roja o no vaya a la marcha o al mitin, le cae la cuchilla.
Sabe bien que ahora se obliga a la gente a jalar bolas para no perder la chamba. ¿Por qué la cámara del canal 8, cada vez que las focas cumplían con su misión de aplaudir, enfocaba a Elías Jaua, quien era el único ministro que no aplaudía cuando salía la pancarta «Aplausos»? Ese video ya debe haber llegado al DVD de Su Alteza Real. No sería extraño que a Jaua le den su coscorrón por «malaconducta».
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