De la crueldad, por Simón Boccanegra

El ensañamiento, la crueldad incluso, del trato que se está dando a Simonovis, Forero y Vivas, así como a los siete agentes policiales sometidos al mismo juicio, recuerda la inhumanidad del general Gómez. Como se sabe, este era muy dado a dejar en la cárcel a sus adversarios durante décadas, incluso hasta que murieran. La diferencia es que no había juicio alguno. Era la crueldad desnuda, pura y dura. En el caso de los comisarios y policías, la barbaridad de la sentencia tiene el prólogo cínico de una pantomima de juicio. La crueldad está enmascarada en un velo de supuesto apego a los fueros del debido proceso, que la hace, si se quiere, más bochornosa, más hipócrita, porque no hay tal respeto al debido proceso ni a las formas más elementales de la aplicación de la justicia, sino una simulación en la cual jueces obedientes sentencian conforme a la decisión previamente tomada en Miraflores. Con el agravante de que quien condena, reo de un delito como la tentativa de golpe de Estado, que, por añadidura, dejó una secuela de cadáveres, fue beneficiario de una generosa medida política de indulto, cuya intención era la de superar las consecuencias políticas y militares más negativas del 4F y el 27N. Nada de esto pesa, sin embargo, en el ánimo del golpista de 1992 y ante la perspectiva de que algunos de los presos pudieran ser sacados del cautiverio por la voluntad popular, ordenó al tribunal de apelaciones en Maracay emitir una expeditiva sentencia que ratifica la anterior, de treinta años de prisión, y seguramente ya avisó al TSJ que tenga preparado el veredicto definitivo, para completar la sucia tarea. Nunca hubo juicio verdadero. Nunca fueron evacuadas pruebas y ni siquiera se fingió prestar alguna atención a los argumentos de la defensa. Los acusados fueron tratados como chivos expiatorios. Por eso el ensañamiento y la crueldad.