De la mentira como arte, por Simón Boccanegra

Este minicronista no sabe con certeza si las falsificaciones de la historia en que tantas veces incurre Chacumbele, cuando habla del pasado, son producto de la ignorancia o son deliberadas, dirigidas a construir, desde el poder, una nueva memoria histórica, acomodada para el uso de la epopeya que se ha inventado.
Por ejemplo, en el empeño de apropiarse del 27F de 1989 como fecha genésica de la intentona golpista del 4F, Chacumbele dijo, en su perorata de El Calvario, que para aquella época Antonio Ledezma era gobernador del Distrito Federal. No lo era. Fue años después cuando ocupó ese cargo. ¿Fue un lapsus, producto de pura y simple ignorancia o confusión? Podría ser, porque el hombre ha dado varias muestras de cierta precariedad en su formación.
Sin embargo, también hay bases para pensar que se trata de una mentira deliberada, que se hace parte del hostigamiento al cual la noble y magnánima revolución bolivariana viene sometiendo al alcalde metropolitano. No tendría nada de raro que fuera así. Ya se sabe que Chacumbele es un aplicado lector de Mein Kampf y de los textos que sobre propaganda política dejara el doctor Joseph Goebbels.
La mentira es parte importante del arsenal propagandístico del régimen. La reconstrucción oportunista del pasado, para favorecer una interpretación acomodaticia de aquel; la creación de una mitología de la «revolución», requiere muchas mentiras para «ennoblecer» un proceso cuya toda «épica» se hunde en las tinieblas de una conspiración y en la felonía de un golpe militar.
También, destruir al adversario político, dentro de la lógica de quien, por lo mismo, no lo reconoce como tal, sino como «enemigo» a aniquilar, exige inventarle toda clase de culpas que lo deslegitimen y debiliten popularmente. Es la mentira elevada al nivel de arte.
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