De los talibanes a Berlusconi, por Simón Boccanegra

Yo sé que Afganistán queda muy lejos y que sus problemas parecieran como de otra galaxia y son casi incomprensibles para nosotros, pero así como en estos días expresé mi horror ante el ajusticiamiento a pedradas de una mujer en Irán, hoy quiero señalar el espanto que significa que apenas poco más de medio siglo después de las prácticas nazis de «marcar» a los judíos con la estrella de David, pueda existir otro movimiento político potencialmente genocida, que obliga a parte de la población de su país, religiosamente diferente, por que es hindú, a identificarse públicamente mediante una etiqueta que debe portar en su ropa. Primero fue la destrucción de las estatuas de Buda, ahora esto. Es increíble lo poca vacunada que está la especie humana contra la intolerancia y el fanatismo. Y no salgamos del paso pensando que son cosas de pueblos atrasados. En la culta y civilizada Europa, donde florecieran los horrendos totalitarismos de izquierda y derecha del siglo pasado, hoy se ve un renacimiento de la xenofobia y el racismo. En Italia, un magnate corrupto, acaba de ganar las elecciones a la cabeza de una alianza con fuerte sesgo fascistoide. Ojo, pues.