¿De qué se ocupa el ministro de Relaciones Exteriores?
Hubo un episodio en la Cumbre de Guadalajara que pasó por debajo de la mesa. Como es sabido, Cuba objetó la resolución final porque en ella no se incluyó una condena explícita de la Ley Helms-Burton, esa ley norteamericana que «prohíbe» a otros países comerciar con la isla. Lo curioso fue que Cuba, que en esto tenía razón, se quedó sola en su protesta. ¿Qué hay de raro, preguntarán algunos, si el régimen fidelista está más aislado que nunca? Lo que hubo de raro fue que el gobierno de Chávez no acompañó la postura cubana. Eso fue lo raro. ¿Sería que el gobierno venezolano estuvo en desacuerdo con su homólogo cubiche? Nada que ver. La explicación reside en lo que ocurre hoy en la Casa Amarilla. El actual ministro, que no es propiamente un diplomático avezado, no tiene tiempo para estudiar documentos. Se puede apostar que ni siquiera conocía el texto de la resolución final de Guadalajara y que ni cuenta se dio del aspecto que los cubanos pusieron de relieve y respecto del cual habrían esperado la solidaridad del gobierno «antiimperialista» de Hugo Chávez. Pero es que el ministro de Relaciones Exteriores está demasiado ocupado buscando firmantes y firmando él mismo cartas de despido. No tiene tiempo para esas minucias de las cumbres. Además, ¿no ha dicho el jefe que esos eventos son pura pérdida de tiempo?