Delación institucional, por Simón Boccanegra
La nueva dirección de la «casa de los sueños azules» llegó tumbando y capando. Su primera decisión fue pedir a los oficiales que escribieran en una hojita de papel, sin firmarla, los nombres de aquellos de los suyos que hubieran manifestado simpatías por el defenestramiento de Chávez. Se les pidió, pues, una delación. Pero, además, anónima y, por tanto, cobarde. El general director recibió todas las hojas en blanco. En vista de ello repitió el operativo con los cadetes. El resultado no fue mucho mejor, pero esta vez algunos de los papeles tenían nombres. Se comenta que es bastante probable que algunos cadetes hayan aprovechado para pasar factura, por razones bien poco políticas, a ciertos oficiales. Con base en tan «científico» procedimiento investigativo uno que otro oficial ha sido enviado a su casa. En todo caso, este procedimiento no puede sino inducir una quiebra de la disciplina y la creación de una irrespirable atmósfera interna, de destrucción de la confianza mutua y de la cohesión profesional. Una cosa es investigar y otra muy distinta ponerse a cazar brujas, institucionalizando la delación.