Delirios lacustres, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
De punta en blanco y envuelto en los efluvios fétidos que emanaban del Lago de Maracaibo, Nicolás Maduro hizo un gran anuncio: el gobierno, «luego de recibir diversas denuncias» (Correo del Orinoco dixit), pondrá en marcha un Plan Especial de Atención, Descontaminación y Recuperación del reservorio lacustre más grande de América del Sur y el vigésimo tercero más grande del mundo.
Fue necesario, sí, que se recibieran las denuncias para emprender este plan que seguramente, y de acuerdo al discurso siempre grandilocuente del régimen, será: eficiente, seguro y superior. No bastaban, por lo visto, los largos años de denuncias de los ambientalistas, las dramáticas fotografías de la agonizante fauna del lago, las tortugas y los pobres buchones embadurnados de petróleo, las quejas de los pescadores, arruinados por los derrames petroleros y enfermos por las consecuencias de la eutroficación y la salinización del lago, uno de los grandes símbolos de la zulianidad, hoy convertido en una espesa cuenca maloliente y verduzca de 13 mil kilómetros cuadrados.
Pues parece que efectivamente es así: el régimen ha descubierto que el lago está contaminado y a su rescate vienen en cambote el general Reverol, el ministro del petróleo, alguien dedicado al «ecosocialismo», otro de la acuicultura, el mismo ex ministro expropiador de fincas, y la presidenta de la Gran Misión Venezuela Bella, Jackeline Farías.
Hombre, pero para qué tanta gente, sin con la última del cambote, artífice de la proeza saneadora y purificadora del rio Guaire, donde la élite roja y Daniel Ortega saborearían un suculento sancocho, se bastarán y se sobrarán para llevar a cabo la sorprendente cruzada ambientalista que prometen.
En esa particular creencia de que la lengua de todo prócer de la «revolución bolivariana» tiene un poder taumatúrgico, Maduro se lanzó a recitar nombres de encumbrados personeros de su entorno, como si eso garantizara el milagro de la misión que dice proponerse y que muy difícilmente, ya lo sabemos, cumplirá.
¿Conocerá Maduro que el Lago de Maracaibo es uno de los ecosistemas más estudiados de la historia de Venezuela, sobre el cual se conocen desde hace más de medio siglo todas las fuentes de su contaminación y sobre lo cual se diseñaron los proyectos más técnicos y acabados?
En 1985 el Instituto para el Control y la Conservación de la Cuenca del Lago de Maracaibo (Iclam) calculó que recuperarlo costaría 832 millones de bolívares. Así, 232 millones debían invertirse en la ejecución de la primera parte y otros 600 millones las plantas de tratamiento.
Para ese entonces se conocía a cabalidad las fuentes contaminantes, que no era solamente la industria petrolera, como parece la limitada visión de Maduro. En aquel entonces 4 mil litros de aguas negras por segundo eran derramadas al lago, y otras tantas descargas aniquilantes venían de la industria petroquímica, los mataderos, la industria del plástico, las tenerías, la industria láctea, las bloqueras, la industria metalúrgica y hasta las termoeléctricas, entre otras.
Desgraciadamente, ese Programa de Saneamiento Integral del Lago de Maracaibo, diseñado por el Iclam y el Ministerio del Ambiente, coincidió con la Venezuela que entró en franco declive económico después del derrape del «viernes negro» de 1983. Y el lago siguió bajando hacia su muerte lenta, convertido en doliente fuente de inspiración de gaiteros, decimistas, poetas y del propio Alí Primera, que dejó su célebre «Coquivacoa», recordando lo «tan cristalino que estaba el lago ayer», un ayer bastante remoto por cierto, pero también que «la inocencia no salva al pueblo», sino su conciencia.
Para Maduro el propósito se cumplió: se regodeó en la gloria de la fecha patria, la épica ajena, la batalla antiimperialista y anticolonialista de hace 200 años, pero hoy paradójicamente con la presencia de un buque de la Federación Rusa, a la que al parecer por toda evidencia a su alianza le apuesta el alma. También intentó una caminata por la margen del lago, pero intuyendo que la masa crítica no estaba para bollos se refugió prontamente en su automóvil.
Obvio, no podía soslayar la presencia del oprobioso ecocidio que lentamente mata al lago, donde ya eran muchos los factores degradantes «y parió la lemna», la misma a la que Chávez ponderó por su buen olor y sus propiedades de materia prima para crear las cooperativas que engordarían a los cochinos. Es en ese tipo de promesas al vuelo en las que se inscribe el anuncio del plan para la recuperación de lago y que, lo más seguro, se quedará en la verborrea vacía y delirante de siempre.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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