Deporte entre el amor y el odio, por Daniel Morales
Twitter: @Pepedaniel_7
Muchas veces el deporte es como aquel amor que te parte el corazón. Ese amor que tú quieres con toda el alma, pero que le encanta hacerte llorar. Y a pesar de tratarte mal, herirte y todo lo demás, tú sigues ahí, queriéndole y amándole.
Los desamores del deporte, aquellos que nos hacen llorar de tristeza, vienen con las derrotas, eliminaciones, la perdida de algún campeonato o el simple hecho de cambiar a un jugador que para los fanáticos es importante, es la cara del equipo.
El año en que los Leones del Caracas salieron de Henry Blanco, sus fanáticos lloraron, insultaron a la gerencia y sintieron desilusión por su equipo, pues Blanco era «el Capitán». Aquella final, que el Navegantes del Magallanes perdió antes los Tigres de Aragua, cuando estaban arriba en la serie, fue devastadora para los seguidores del conjunto eléctrico. Y así pasa con todos los conjuntos en todo el mundo. A pesar de andar adolorido sin ganas de saber de ese equipo que tanto amas, año a año, sigues ahí, vistiendo sus colores, entonando sus cánticos y ligando no te vuelva a hacer llorar de tristeza.
Muchas veces el deporte es un amor correspondido. Te quiere y te ama como tú a él. Es como cuando logras una meta y llegas al lugar más alto de felicidad y lloras pero de alegría. Ya no te hiere, si no que te abraza.
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Los abrazos llegan con las victorias, los títulos, las clasificaciones o con la llegada del jugador esperado por décadas para darle a los fanáticos los abrazos esperados durante años. La llegada de «el Diego», Diego Armando Maradona, al Nápoles Fútbol Club, les regaló a los hinchas de aquel pequeño equipo italiano, los abrazos que ellos tanto desearon: lloraron, pero de alegría; esta vez no era un desamor como la final perdida por el Magallanes en el béisbol venezolano, no, nada que ver; era como la victoria española en el Mundial de Fútbol Suráfrica 2010, una alegría indescriptible, esa que te lleva a la cima del mundo y te hace ser el mejor.
Tú también eres parte de esa victoria y aunque no participaste en el encuentro, si lo hiciste y esa victoria es tan tuya como del equipo como de miles de personas. La victoria del Fútbol Club Barcelona 3 por 0 sobre el Real Madrid en el Santiago Bernabéu, fue de todos los catalanes en el mundo, así como la victoria de Rubén Limardo, durante los juegos olímpico de Londres 2012, logró que todo un país se sintiera bañado en oro.
El deporte, puede hacerte pasar del amor al odio en un instante. Una acción, un gesto, una jugada, puede hacerte el mejor o el peor, de acuerdo al color con que lo midan, el público, el equipo contrario y hasta tus compañeros. Aquel gesto de silencio que le realizó Raúl González Blanco, a los fanáticos del conjunto catalán en una victoria del Real Madrid en el Camp Nou, quedó para la historia y marcó gran cantidad de abucheos al español cada vez que visitaba tal escenario. O la flecha que realizó Usain Bolt, cada vez que ganaba una competencia en el deporte de la velocidad, lo consagró como el mejor de todos los tiempos.
Eso es el deporte. Una relación que va entre el amor y el odio, el odio y el amor. Así llores de alegría o de tristeza, siempre estarás ahí para ver a tu equipo titularse campeón o tener la temporada más desastrosa de tu vida.
Recordando las palabras del escritor venezolano Francisco Suniaga, quien expresó, en una conferencia durante los 70 aniversarios de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (Lvbp) ser magallanero de corazón, que el conjunto del cabriales «te va hacer sufrir durante toda tu vida y sin embargo tú seguirás ahí, año a año, apoyándolos así te partan el alma».
Pues así es el deporte. Recordemos a los fanáticos de los Medias Rojas de Boston, quienes esperaron durante 88 temporadas para, al fin, poder levantar el trofeo de campeón o los Cachorros de Chicago que después de 108 años sin saber que es la gloria, lograron abrazar a sus seguidores y lloraron de alegría.
Daniel Morales es estudiante de Comunicación Social-UCV y redactor de este medio.
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