Desayunos en Miraflores, por Simón Boccanegra
La calle es hoy la principal arena de la confrontación política. Marchas, contramarchas, vigilias, escaramuzas de baja intensidad tienen allí su escenario principal. Pero, simultáneamente, avanza en los poderes del Estado una sorda batalla política por el control de ellos. En la Asamblea, gobierno y oposición se disputan fieramente los tres o cuatro votos necesarios para cambiar la correlación de fuerzas. Menos visible, pero igualmente cerrada, es la pelea por el Tribunal Supremo. Chávez se ha involucrado en ella personalmente. Sabe que allí también más de un magistrado está caviloso. Ayer invitó a desayunar en palacio a los integrantes de la Sala Político- Administrativa. La procuradora, quien fungió de intermediaria ante los magistrados, comentó que el presidente contempla conversar con todas las salas del máximo tribunal. Pero, se pregunta este minicronista, ¿cómo queda aquello de la independencia de los poderes? ¿Pueden los magistrados del Tribunal Supremo atender estas heterodoxas invitaciones sin comprometer su credibilidad? No es que esta sea muy grande, pero, caramba, esos señores no sólo tendrían que ser honestos sino también parecerlo.