Destino: 23-N, por Teodoro Petkoff
Queremos insistir: lo de la selección de los candidatos unitarios de los partidos de oposición va marchando de modo razonablemente satisfactorio. Mucha gente muestra preocupación, tal vez por aquello de que el picado de culebra se asusta de un bejuco, pues han sido tantas las veces que las diatribas interpartidistas y el sectarismo han hecho fracasar tentativas unitarias, que la más mínima fricción genera hoy inquietud. Es lógico, porque esta vez el objetivo unitario es realmente crucial y todo el mundo lo entiende así. La ventana de oportunidades abierta ante las fuerzas opositoras es tan amplia, la posibilidad de cambiar para bien el mapa político del país es tan cierta, que sería criminal, realmente criminal, cerrarla con posturas sectarias o irracionalmente personalistas. Más aún, nos atrevemos a pensar que quien rompa el acuerdo unitario y se niegue a acatar los resultados de las encuestas será muy duramente castigado por el electorado. Pero, hasta tanto, habrá hecho un daño muy grande, contribuyendo a generar escepticismo y desánimo, y quién sabe si los votos que logre conseguir no sean los que habrían hecho falta para conquistar una victoria.
Pero, hasta ahora, no hay nada de qué alarmarse. Ha habido algunos, muy pocos, desencuentros, pero en lo esencial los partidos políticos que firmaron el acuerdo unitario del 23 de Enero han cumplido con lo pautado. Todos han seleccionado ya un candidato por cargo y ya designaron una comisión interpartidista para todo lo atinente a las encuestas, con base en las cuales se escogerán los candidatos en aquellos casos en que no hubiera sido posible hacerlo consensualmente. La gente del PSUV pretende contraponer su ficticia «elección por la base» (ya se sabe que, en verdad, tocará al Primer Dedo hacer la elección definitiva), al método que utilizará la oposición. Tonterías. Unas primarias de la oposición, aparte de inviables y traumáticas, se harían con una base poblacional mucho menos amplia que la muestra de las encuestas. Además, en este caso no hay dedo todopoderoso que determine. Mucho más democrático y confiable es el mecanismo de las encuestas y de la procura de acuerdos consensuales.
Desde luego, habrá roces y hasta «trompadas estatutarias», pero nada indica que no puedan ser superadas con buena voluntad y la comprensión existencial de que en estas elecciones regionales y locales se podría jugar el destino inmediato del país. Si eso está claro, lo demás viene por añadidura.