Dios y ¿federación?, por Teodoro Petkoff
En su monserga dominical pasada, el Emperador de la Galaxia planteó, dirigiéndose a la presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, que vaya viendo cómo encuentra una manera, en la reforma constitucional, de “raspar” a los gobernadores y alcaldes que “no cumplan”. Haciéndose el tonto evadió el hecho de que tal mecanismo ya existe: es el referéndum revocatorio. Surge una pregunta: ¿por qué, pues, prohibió a los suyos la activación de tales mecanismos este año? Es bien sabido que en el chavismo popular existe mucho descontento con varios gobernadores y alcaldes —todos de su tolda, como es obvio, porque casi no hay de las otras— y desde finales del año pasado se preparaban, recogiendo firmas, para “raspar” a varios, entre otros a Juan Barreto y Freddy Bernal. El MVR, es decir, Chávez prohibió tal iniciativa y en el “movimiento” chocaron los talones y se pusieron firmes. ¿Por qué, pues, éste no permitió que los ciudadanos ejercieran ese derecho contra varios tipos que bien se merecen un revolcón? ¡Ah! Porque quiere ejercerlo él mismo. Porque sabe que una parte de los venezolanos piensa que “así es que se gobierna” y ve con simpatía sacudirse a los ineptos… que siempre son otros y no él mismo. ¿El Emperador quiere volver a los tiempos, no tan lejanos, cuando los gobernadores de los estados eran designados por el Presidente de la República? Es la única manera como podría “rasparlos” cada vez que le dé la gana.
Fue en 1989 cuando se produjo la reforma que permitió la elección directa de los mandatarios estadales, así como la creación de la figura del alcalde y su elección también directa. ¿Chávez quiere echar atrás la película y concentrar también en sus manos el poder de poner y quitar las cabezas de los poderes regionales y locales?
Difícilmente se puede entender otra cosa de su perorata del domingo. El “olvido” del RR no fue casual. Este no le gusta porque la iniciativa de eventual remoción de gobernadores y alcaldes quedaría siempre en el poder de los ciudadanos y el Emperador no quiere ninguna otra forma de poder que no sea la suya. Sería el puntillazo para la descentralización, de la cual ya casi lo único que sobrevive es precisamente la elección directa de gobernadores y alcaldes. Hoy sus seguidores aplauden a Chávez. No recuerdan que antes de la descentralización la administración regional era mucho peor que ahora, lo cual es bastante decir. La descentralización dio más poder a los ciudadanos.
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. El Emperador les quiere quitar ese poder. Transformados nuevamente en mandatarios ficticios, dependientes gobernadores y alcaldes del dedo atómico del Presidente, el Emperador podría llevar adelante la otra parte del proyecto autocrático: despojar de todo poder a los consejos comunales, los cuales, dirigidos y financiados desde la Presidencia y carentes de instituciones locales y regionales con poder de decisión, quedarían también definitivamente castrados. Quienes hoy gritan “así es que se gobierna” pronto descubrirán que el grito que les salía era “los que van a morir te saludan”.
La Ley Habilitante, que ya redujo la Asamblea Nacional a una pintoresca cofradía de holgazanes, podría contemplar también la reducción de su periodo de sesiones a seis días al año, como la Asamblea Popular cubana, que desde hace muchísimos años tampoco tiene oficio, porque en regímenes donde sólo uno manda todo otro poder es superfluo. Pero, en verdad a lo que más recuerda la inefable habilitante es a la Ley de Poderes Especiales que Hitler hizo aprobar al Parlamento alemán en 1933. Con esa ley el Reichstag se suicidó y nunca más volvió a funcionar durante el nazismo.