Disfrazaron de Navidad un accidentado y tardío inicio de año escolar

Es el primer día de clases del año escolar 2024-2025. Por las calles van y vienen niños y niñas con sus morrales y uniformes. Pero hay algo extraño, algo que no combina: muchos de ellos llevan gorros navideños.
«Es que decretaron la Navidad y tuvimos que pedirle a las mamás que los mandaran de una vez así», trata de explicar con desgano una maestra de 3er grado que trabaja en una institución pública. La orden fue una idea convertida en decreto por el gobernante Nicolás Maduro en la cual la Navidad venezolana comenzará -les guste o no- el 1ro de octubre.
En las escuelas la indicación fue clara: quedan en segundo plano las efemérides que no sean navideñas. Al lado de los carteles de «Bienvenidos al año escolar 2024-2025», las maestras tuvieron que apurar las bambalinas, el rojo y verde y desempolvar dos meses antes los adornos decembrinos.
«Lamentablemente no se puede decir nada porque esto de la navidad fue una orden. Pero las escuelas tenemos una organización, una programación que cumplir que tiene que ver con efemérides, actividades y contenidos que van con cada momento escolar. Para los niños esto es muy confuso y aunque lo tenemos que hacer, empezar el año escolar y de una vez montarse en Navidad hace que pierda sentido».
En varias escuelas hicieron la adaptación y por eso se confunden las carteleras: comienzo de clases, la Resistencia Indígena -efeméride del 12 de octubre-, y al lado, los arbolitos.
Cuando Maduro se puso en modo navideño apenas estaba iniciando septiembre. “Es septiembre y ya huele a Navidad, huele a Navidad. Y por eso este año, en homenaje a ustedes, en agradecimiento a ustedes, voy a decretar el adelanto de la Navidad para el 1 de octubre”, dijo el gobernante en su programa televisivo del 3 de septiembre. Ya este adelanto lo había hecho en 2020, cuando se puso festivo el 15 de octubre y, luego en 2021, cuando repitió y también forzó la navidad desde el 4 de octubre.
Pero este ímpetu de adelantar las navidades coincidió con uno de los inicios de año escolar más tardíos de la última década. El calendario escolar venezolano establece que el período debe comenzar el primer lunes de la segunda quincena de septiembre. Este comienzo dificulta el cumplimiento de los 180 días mínimos de cronograma oficial; incluso para el estándar de educación media y diversificada, que aunque suele comenzar en octubre, ya los horarios y los procesos administrativos están establecidos desde la primera quincena de septiembre. Muchas instituciones aún están en proceso de inscripción debido al accidentado cierre del período escolar anterior que tuvo como colofón las elecciones presidenciales del 28 de julio.
«Todavía hay gente inscribiendo a sus muchachos y medio resolviendo las listas. Las escuelas tuvieron que hacer la adaptación de primaria entrando octubre, cuando normalmente los niños más pequeños deberían estar en clase desde septiembre. Sin contar que muchos terminaron en junio, eso es casi cuatro meses de vacaciones y ahora que por fin se incorporan, esta gente lo que está es pendiente de celebrar la Navidad», dice una mamá de un niño que cursa 2do grado.
El único aguinaldo que no se adelantó es el que deberían recibir junto al aumento de sueldo de los docentes que suman dos años, casi 1.000 días sin recibir aumento salarial, y están cobrando mensualmente entre 3 y 12 dólares. Ni para un pasaje y menos para una hallaca.
Tampoco se ha adelantado una revisión junto al ministro Héctor Rodríguez, quien repite en el despacho, y sabe de sobra lo alarmante que es la caída de la matrícula registrada este año, según sus propias cifras presentadas el 30 de septiembre: 5 millones 500 mil niños, niñas y adolescentes.
¿En apenas dos períodos escolares dónde están los más de dos millones y medio de estudiantes que conformaban la matrícula oficial del año 2021-2022 que alcanzó 8 millones 789 mil estudiantes?
¿O la cifra que dejó el mismo ministro Rodríguez al salir del despacho educativo en 2015, en el que registraba una matrícula de 7 millones 800 mil estudiantes en el sistema público y privado?
¿Emigraron? ¿Son números de deserción? ¿En qué etapa está la disminución más significativa? ¿Es en educación media? ¿Los adolescentes están dejando de estudiar para trabajar? ¿O es en primaria porque las fallas de los programas de alimentación escolar han impactado en la regularidad para que las madres puedan mandar a los niños a clase? ¿Es el efecto del horario mosaico?
Cualquier política educativa necesita responder estas preguntas porque la alegría navideña no puede estar divorciada de un diagnóstico que a todas luces no se está contagiando del espíritu navideño.
Y que suenen las gaitas, y toquen los aguinaldos. Pero hay un grinch usando gorrito rojo.