Doble moral, por Simón Boccanegra
El desmoronamiento moral de los servidores, sapos, patoteros e «ideólogos» de la «revolución», se está haciendo insondable; nunca toca fondo. El único detenido por la cayapa a los periodistas de la Cadena Capriles fue puesto en libertad, sometido a una medida cautelar de presentación ante el tribunal que, por supuesto, no habrá juez alguno que se ocupe de hacerla cumplir.
Es interesante seguir el proceso, porque probablemente eso era lo que salía desde el comienzo, pero, ¿por qué se le detuvo entonces? Porque, inicialmente, ante la reacción de todos los sectores, incluso del PSUV y hasta de Díaz Rangel, condenando el ataque, la «justicia» actuó siguiendo el que creía era el libreto del oficialismo Pero, en cuanto comenzó a circular la versión «socialista» según la cual no hubo tal cayapa sino una provocación de los periodistas, la «justicia» fue ajustándose al nuevo guión. De entrada, cesó la búsqueda del resto de los patoteros y luego, la juez de control ordenó la libertad del detenido. El caso, desde luego, puede considerarse archivado. Pronto veremos a Lina Ron roncando otra vez en su cubil de Santa Capilla. Sus acompañantes en la «toma» de Globovisión ni siquiera se tomaron la molestia de esconderse; sabían que nadie los detendría, como lo supo desde siempre Valentín Santana. Es la «justicia» totalmente subordinada a los intereses de la política chavista. En cambio, el periodista Gustavo Azócar, enjuiciado desde hace cuatro años en San Cristóbal por un infundio, es aparatosamente detenido, esposado y lanzado a un calabozo de la cárcel de Santa Ana. Para él no hay medidas cautelares ni juicio en libertad, que es lo que sale en su caso, dado que oportunidades para fugarse le han sobrado en cuatro años y no lo ha hecho, ha dado la cara. Pero ese no es el rasero que se le aplica a él. Ese rasero está reservado para los «héroes» de la revolución. Doble moral.