Dos años después, por Simón Boccanegra
Cuando cayeron las Torres Gemelas, Estados Unidos despertó de la ilusión de que la historia había llegado a su fin con el colapso del bloque soviético y de que existía un nuevo orden mundial. Ya no enfrentaba un adversario identificable, cuya política tenía, en fin de cuentas, una racionalidad previsible, sino la acción difusa, insidiosa, letal, imprevisible, de un terrorismo de mil caras y ninguna, capaz de producir una matanza tan horrible como la de aquel negro día de septiembre del cual hoy se cumplen dos años. Un terrorismo que nace y se alimenta de la interminable crisis palestino-israelí y hunde sus raíces en las versiones más radicales del integrismo musulmán. Dos años después, un país y un mundo que se habían unido detrás del gobierno de Estados Unidos en la denuncia y la decisión de enfrentar el terrorismo, se encuentran hoy perplejos ante el unilateralismo de Bush y sus neoconservadores y se desmarcan de políticas que con las invasiones a Afganistán e Irak no han hecho otra cosa que profundizar la desazón que embarga a millones de personas en el planeta, que se preguntan si la mejor respuesta a fuerzas como las que destruyeron las colosales torres de Manhattan puede ser la del terrorismo de Estado practicado por una potencia sin parangón en la historia.