Dos puentes y medio, por Aglaya Kinzbruner

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El Zecchino d’Oro nació en Milán en el 1959 como un festival de canciones infantiles, cantadas por niños, que tuvo tanto éxito que pronto se convirtió en uno de los eventos televisivos del año. Gustó tanto que en el 1976 se volvió internacional. En el 1969 se hizo muy famosa una canción Volevo un gatto nero, cantada por la niña Vincenza Pastorelli. Quería un gato negro llegó hasta América Latina, fue traducida, cantada y festejada.
Sin embargo, el gato que se adueñó por un tiempo de la plana mayor de Lagoven era totalmente blanco, un gato angora inteligente y travieso. Dicen que cuando caminaba por los corredores de la petrolera, lo hacía por todo el medio para que la gente supiera quién mandaba allí. Incluso cuando había reunión de Junta Directiva se subía a la larga mesa de la reunión y miraba desafiante a los presentes. El dueño de la mascota, el Dr. Alberto Quirós Corradi (El Recadero.blogspot.com) se separaba muy poco del gato y le daba rienda suelta como si tuviese el mismo derecho que él en cuanto a toma de decisiones.
Pero un buen día el gato desapareció. Si fue decisión propia o no, no sabemos. Lo único que parece evidente es el inmenso cariño que le tenía su dueño. Queremos pensar que Bastet, la diosa egipcia que a veces se presenta con cara de gato y otras de mujer lo haya acogido en sus brazos dándole toda la ternura que necesitaba. Los antiguos egipcios sabían perfectamente que las mujeres tienen algo de gatuno y los gatos son dueños de un gran saber que no necesariamente quieren comunicar. Es un hecho que entre ellos no necesitan maullar, solo lo hacen para una audiencia humana.
Quién entiende sus miradas, su comportamiento a veces tan explícito, es muy afortunado. Cleopatra tenía un gato real llamado Beketaten. Seguramente éste le dijo a su manera que no se enamorara de Marco Antonio, que la pasión podía serle fatal.
Desde entonces mucha agua ha pasado debajo del puente. Y si se trata de puentes somos los únicos en tener dos puentes y medio sobre un poderoso río como el Orinoco, el puente Angostura, el Orinoquia y además el medio puente. Y aquí una se pregunta: Si bastaba con dos puentes ¿para qué se inició el tercero? Y, si hacían falta tres ¿porqué no se terminó?
Sería cosa de ir al Zecchino d’Oro y presentar un proyecto de canción con la letra que presentamos a continuación. En cuanto a la música tenemos muchos buenos artistas que encantados echarían manos a la obra:
Allá lejos
No sé donde
En oficina
Número tanto
Guisan no sé qué obra
Y me pregunto
¿Hasta cuándo?
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En cuanto al paso del tiempo, del gato blanco, entrañable compañía, hemos pasado a cazar y luego a comernos los hermosos flamencos que viven en la laguna Las Peonías, Estado Zulia. Su color rojo se lo deben a que comen algas rojas y algún que otro crustáceo de ese color.
¿Y se ha preguntado alguien de las consecuencias? Estas hermosas aves son portadoras de la gripe aviar. Seguramente nuestros competentes ejecutivos del Ministerio de Salud ya iniciaron los trámites para traer las vacunas pertinentes, ya hablaron con la OMS que detectó el primer caso en México, aunque López Obrador diga que no, el segundo caso en Australia y contactaron además con el CDC (Centers for Desease Control and Prevention) para establecer las estrategias necesarias.
Todo es posible, hasta que sin darnos cuenta nos hayamos trasladado a la Isla de la Fantasía y de algún lado salga un jovencito gritando, ¡El Avión, El Avión!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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