Ecos de una reunión, por Rafael Henrique Iribarren Baralt
Eran días de mucho ajetreo; pero un día corrí con suerte: La señora Azucena me dijo por teléfono que fuese tal día y a tal hora para que hablase con Teodoro en su oficina. No fui puntual porque en realidad llegué como tres horas antes y me puse a dar vueltas para arriba y para abajo en el Centro Plaza. La señora Azucena me hizo pasar a su oficina y esperé a Teodoro sentado frente a su escritorio. Vi todo lo que había en su oficina, para saber más de él.
Lo primero que me impactó fue el ver la foto que acompaña este escrito, en grande, ocupando una buena parte de la pared (Esta foto, tomada por Robert Capa, es conocida con el nombre de“La muerte de un miliciano “, en la que capta el momento exacto en el que un miliciano, con ropas humildes, muere con los brazos extendidos). Esta había sido, desde hacía mucho tiempo, una de mis fotos favoritas por lo elocuente que es. Refleja el espíritu de sacrificio de los partisanos en la guerra civil española (refleja también la valentía del fotógrafo, quien poco después moriría al pisar una mina). Pensé: » Mira, lo que le pudo haber pasado en la guerrilla».
Reparé en la computadora, y me dije: » De allí salen las palabras que nos ayudan a que perdamos el miedo».
También me llamó la atención un Nazareno de San Pablo, con su túnica morada, y doblado bajo el peso de su cruz. Pensé: » Los que caminan con joroba están cargando una cruz «.
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Luego vería con claridad que lo que más me había llamado la atención en su oficina eran manifestaciones de él, que en él se sintetizaban.
Hoy hace un año se murió; pero como ven, su espíritu sigue vivo.Su ejemplo retumba, retumba, retumba,y no se detendrá.