El acertijo libio, por Teodoro Petkoff
La rebelión en Libia fue un eslabón de la cadena de levantamientos populares que hoy sacude al mundo árabe contra sus tiranos, en un promisorio despertar de la aspiración democrática. Pero no todo es tan sencillo, ni en blanco y negro. Primero fueron, casi simultáneamente Túnez y Egipto, pero los acontecimientos en Libia han hecho pasar a segundo plano la lucha en Yemen y en Bahrein y mantienen todavía velado el terrible escenario que podría armarse en la región si la confrontación entre shiitas y sunitas continua alimentando la inquietud popular en los emiratos del golfo (gobernados por sunitas, sobre mayorías populares shiitas), lo cual explica la intervención de tropas de Arabia Saudita en Bahrein para proteger a su monarquía sunita, pero también la actitud de la Liga Árabe frente a Libia. ¿Será Arabia Saudita el gran gendarme sunita de una región donde el país más poderoso y poblado de todos, Irán, es de mayoría shiita, que hasta ahora no ha dicho nada, pero que seguramente no será un convidado de piedra en todo este embrollo? Como puede verse, la volatilidad y explosividad del Medio Oriente plantean hoy extraordinarios desafíos. Las luchas populares por la democracia no son ajenas a los conflictos religiosos de la región. Y eso complica terriblemente todo el cuadro.
De allí que sea necesaria una solución rápida en Libia, que implique el final del despotismo de Gaddafi y el nacimiento de la democracia. Afortunadamente, la acción militar emprendida contra éste cuenta con la legitimidad política y moral de las Naciones Unidas y esto la diferencia enormemente de la invasión a Irak, que no sólo se basó en las mentiras de Bush sino en el desconocimiento por parte del gobierno de EEUU de la resolución del Consejo de Seguridad que había votado contra ella. Mientras lo de las armas de destrucción masiva en Irak resultó ser una añagaza del presidente gringo, la brutalidad e inhumanidad de la represión de Gaddafi contra su propio pueblo hizo imposible a Estados Unidos y a Europa, que hace pocos años acogieron al tirano libio con los máximos honores y lo sacaron del Eje del Mal, permanecer pasivos ante la carnicería. En este sentido, Chávez no estaba solo en los arrumacos con el coronel Gaddafi. Solamente que ahora, viendo arder las bardas de su amigazo, ha optado por defender lo indefendible, poniendo las suyas en remojo por cierto, más bien tibiamente, consciente de que esa es una batalla perdida y que a quien denominó el Bolívar de Libia ya no tiene vida.
En relación con Libia hay una pregunta inquietante, que hasta ahora ninguno de los protagonistas ha respondido cabalmente. ¿Cuál y cómo será el desenlace de esta acción internacional, avalada por la ONU, contra el tirano Gaddafi? Se dice que está excluida toda intervención de infantería en suelo libio, pero las guerras las ganan las tropas de tierra, no las de aire (salvo a bombazos atómicos), de modo que aún no dejando piedra sobre piedra de las instalaciones militares de Gaddafi (con los consiguientes daños colaterales) sólo cabría esperar que la rebelión democrática, libre ya de la mortífera y desproporcionada acción de los tanques y aviones de Gaddafi, pueda retomar el ritmo de los primeros días y echar al tirano por sus propios medios.
De lo contrario…