El alacrán y Chacumbele, por Simón Boccanegra
La verdad es que este minicronista quisiera creer en los actos de contrición de Chacumbele y de sus promesas de rectificar. Pero es que a la hora de freír las ñemas, el hombre, como el alacrán del cuento, se deja llevar por su naturaleza. Para los que no saben cómo es eso del alacrán, echo el cuento. Pidióle ese bichito una cola a una rana para que lo cruzara a la otra orilla de un río. A mitad de camino clavóle la ponzoña. La rana, moribunda, inquirióle por las razones de tan absurdo proceder, que los haría morir a ambos.»No sé, es mi naturaleza», contestóle el alacrán. Así es Chávez. No puede con su naturaleza. Dijo que le daba vacaciones a su dedo atómico, que más nunca designaría a dedo a nadie. Flor de un día. No habían pasado 24 horas de tal profesión de fe cuando tuvo lugar la elección de la directiva de la Asamblea Nacional. Reelegida Cilia y también Roberto Hernández y elegido José Albornoz, para ocupar los tres altos cargos, en los corrillos de los asambleístas corrió como reguero de pólvora la razón de tal resultado.»Era la plancha de Chávez; la decisión fue tomada en Miraflores». Es su naturaleza. No puede ver una elección porque inmediatamente se le alebresta el dedo. Es de temer (es un decir, en realidad quienes deben de temer son los del establishment chavista) que Chacumbele designará a todos o casi todos los candidatos a gobernadores y alcaldes. Es su naturaleza, qué se le va a hacer.