El arrepentido, por Omar Pineda

Twitter: @omapin
Mientras se ducha, un reconocido funcionario del Sebin nota cómo, con el agua que le saca el champú se ha colado una gota de arrepentimiento. Hasta ahora no se había cuestionado su oficio de matón a nombre del gobierno ya que no había razones para hacerlo. Cuando de noche se le aparecía la duda él se defendía comparándose con el trabajador de un matadero que no se pregunta si hace mal al asestarle un mazazo al pobre cerdo en la cabeza para que procesen su carne y la conviertan en alimento.
Se da ánimos ya que lo menos que desearía es cambiar de empleo, ya que, adicionalmente, con los allanamientos de las casas de personas a quienes desde Miraflores consideran peligrosos opositores se consiguen objetos de valor con los cuales llega a ganar más dinero que el gerente de una empresa o el director de una clínica privada. El hombre termina de bañarse, cierra la llave, alcanza la toalla, se seca, pero siente que la gota resbala por su espalda y no se deja atrapar.
Intenta disimularlo y le resta interés al tema y acaba por vestirse con la camisa azul y corbata nueva, y por último se pone la chaqueta negra talla grande que le permite ocultar la pistola de tantos mirones que andan en todas partes metiendo sus narices donde no les han llamado. Sin embargo, a causa de esa gota que no le ha dejado tranquilo en lugar de ir al comando se va al aeropuerto, compra un boleto de avión que lo traslade de inmediato a cualquier país y cuando aterriza a ese país no pide asilo sino que se pregunta qué debe hacer ahora y a quién acudir.
Sabe que si vuelve lo van a detener, le caerá un largo y enrevesado interrogatorio y puede que algún alto oficial de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) lo considere traidor a la patria por lo que sería muy fácil sembrarle drogas en su apartamento y en el peor de los caso hasta podrían matarlo.
Cuando Silverio me lo contó, yo tampoco tenía palabras y me refugié en la desconfianza que genera el remordimiento de un desconocido que mediante una revelación llorosa deplora sus actos. Ahora somos tres los que no saben qué decir. El funcionario de Asilo en Madrid que le atendió, su primo Silverio que me pregunta qué se hace en esos casos y yo, que no tengo respuestas, porque cuando me acerco al perdón se me atraviesa el llanto de los familiares de las víctimas de ese torturador y posiblemente asesino.
Omar Pineda es periodista venezolano. Reside en Barcelona, España