El artista es corazón de la cultura y la libertad, por Rafael A. Sanabria M.
Antes que nada, recordemos que un artista es un ser sensible, que mira más allá de lo que otras personas, aparentemente, pueden observar, que posee la capacidad de transformar el mundo por medio del arte, sea pintura, escritura, música, danza, cine o teatro.
Decir transformar, significa estar construyendo. Un artista a través de su visión puede mostrar un mundo diferente, más alegre (o más sombrío), lleno de posibilidades creativas, puede develar la realidad en la que vive y a la vez puede construir vías para la solución. El artista es perseverancia, que encuentra en su arte la capacidad para abrir puertas antes los obstáculos. Es un ser integral que, a través de la constancia, persigue la fe que coloca en cada actuación, produce como música la respiración a la que convierte, construye un personaje para deleitar al público que conoce la realidad. Necesitamos seres como éstos, emotivos y útiles a la humanidad, que tienen la virtud de hacer del medio, un espacio diferente envuelto en la imaginación, como sólo lo logra un artista.
La libertad es una de las armas más valiosas del artista, estos seres para poder crear no deben estar sometidos a ataduras. Por sí solo, el artista vuela en lo creativo e imaginativo. No se detiene ante una fórmula.
El arte siempre está allí, es el artista quien armoniza todo. Su obra es una verdadera arquitectura de la imaginación.
Ese hombre al que se le llama artista, de mirada interior y serena, el que va de las partes al todo y del todo a las partes, es ese individuo integral que revela que cualquier recurso es necesario para revalorizar lo que la imaginación trae al hecho real.
El arte venezolano hasta comienzos del siglo XX, constituye una historia institucional, vertebrada y cerrada en torno a grandes figuras centrales y aisladas, en cuyas obras hay muy escasa relación con las tradiciones técnicas locales. Por otra parte, el arte suele ser representativo del poder y del Estado.
Esta historia se ha ordenado, en lo externo, como un todo que pretendió insertarse, en principio tímidamente, en la perspectiva del arte académico europeo, y en lo interno, superar y erradicar el modelo primitivo en que degeneró, según se pensaba en la tradición de los imagineros coloniales, cuyo espíritu impregna de carácter propio al arte popular derivado de ella, hasta el fin de la centuria pasada.
En proporción a sus objetivos de dar forma a un arte oficial, que adquiere pertenencia sólo a finales del siglo XIX. En el proyecto estético de la república sólo contaba un estilo a tenor de la importancia que se le asignaba a sus episodios bélicos, a sus héroes, efemérides y representantes. Las artes del siglo XIX están, en Venezuela, reducidas a la pintura y la literatura, cuando no tiene por epónimo a un prócer o una celebración marcial o funeraria, se contrae al retrato, a ser retratista de la sociedad civil. Se descubre en los gestos retóricos con que, tanto ella como los pintores, miran hacia Europa. Visión general constituida como otra cara del poder y caracterizada hasta muy tarde por sus pretensiones, más que por sus logros.
Para la mentalidad progresista de fines del siglo XIX y comienzos del XX, no existe otra forma de hacer arte y todo aquello que se asemeje a él. No existe sino como una categoría artesanal, adscrita en algunos casos al folclor, a la etnología o a la barbarie si es que cabía un reconocimiento.
De allí la gran relevancia que tiene en los actuales momentos el artista como individuo del arte, quien con su creación contribuye a llevar su intelecto a la realidad.
El artista constituye un recuso esencial para el desarrollo cultural de un país. Desde la perspectiva de formación se propone contribuir al desarrollo de la sensibilidad estética como medio de expresión e interpretación de ideas, sentimientos y pensamientos y el disfrute permanente de las obras de las artes escénicas y de la música, como fuente de información y conocimiento de los hechos, costumbres, principios y valores de la comunidad, tanto local como nacional y en el contexto de las manifestaciones artísticas latinoamericanas y universales.
Una de las formas con que se logra esta premisa es el uso de las herramientas con las que el artista transmite sus mensajes, tales como el sonido, la palabra y la expresión gestual y corporal, tal aproximación permite la posibilidad de escuchar, decir y crear. El arte vive sólo en libertad, y a su vez la genera.