El baygonazo, por Teodoro Petkoff
Mientras esperamos por el desarrollo de la rebautizada Operación Libertad Perdurable, es imposible sustraerse a la consideración de otro operativo militar, también de grandes proporciones, pero de carácter local: la toma del estado Portuguesa por parte de la Guardia Nacional. Setecientos efectivos de este cuerpo tomaron las instalaciones de la policía regional, acompañados de fiscales del Ministerio Público, para tratar de sacar de cuajo ese tumor infeccioso en que se transformó la policía del estado llanero.
Una vez que fue denunciada la existencia de un llamado grupo «Exterminio» en el seno del cuerpo policial, que llegó a cometer más de cien asesinatos, en sus operativos de «limpieza delictiva», la acción de la Fiscalía y de la PTJ fue constantemente saboteada por las autoridades policiales de Portuguesa. Los criminales, identificados y detenidos, lo estaban sólo de mentirijillas. No sólo entraban y salían sino que incluso se detectó que continuaron sus atentados cuando ya supuestamente estaban bajo arresto. Los fiscales fueron amenazados y, en general, los «comandantes» de la policía se burlaban abiertamente tanto de la gobernadora, Antonia Muñoz, como de la opinión pública (Ver página 3).
Aquí llegamos al nudo del problema. Todo este desastre ha sido posible porque la opinión pública y las propias autoridades regionales, comenzando por la gobernadora, se hicieron de la vista gorda y toleraron la acción del comando «Exterminio». En TalCual hemos sido rigurosos adversarios de políticas antidelictivas apoyadas en una policía delincuente. Denunciamos la demagogia y la peligrosidad de consignas, muy populares en su momento, como «plomo al hampa». Los acontecimientos nos han dado la razón. Si se acepta que para combatir la delincuencia la policía pueda violar la ley, se tiene como resultado una policía delincuente. El problema de inseguridad no disminuye sino que aumenta cuando a los hampones comunes se suman aquellos protegidos por la chapa y el uniforme policial, más peligrosos aún por la impunidad de que gozan.
Pero lo de Portuguesa es la punta del iceberg. Los cuerpos policiales de Zulia, Carabobo y Aragua están también severamente gangrenados por el delito. En esos estados, desde hace años se han venido produciendo asesinatos policiales, prácticamente sin sanción hasta hoy. Todas esas almas pías que cacarean lo de «plomo al hampa», así como los jefes policiales y los ministros que cierran los ojos ante los grupos de exterminio, pueden ver hoy, en vivo y en directo, el resultado de sus miopes y torpes concepciones.
La única policía eficaz es la que puede interactuar con la comunidad. Si ésta le teme a aquella, la acción preventiva y represiva no va más allá de palos de ciego. La policía necesita crear una relación de confianza con la comunidad. Ello es imposible para una policía penetrada por delincuentes, matraqueros, cobradores de peaje y asesinos. Esperamos que lo de Portuguesa sea una lección para los ingenuos que nos reclaman una supuesta «blandura» frente a los delincuentes, cuyos derechos humanos, según esos supuestos «arrechos», nos importarían más que los de las víctimas