El camino es largo y culebrero, por Beltrán Vallejo
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Por los vientos que sopla, hasta la María Corina se enrumba para su participación en el 2024. Es decir, todo lo que ha sido oposición política al régimen se encamina hacia la participación en el posible torneo de elección presidencial para ese año.
Cabe destacar que esto no pasaba desde el 2015. En el 2017, algunos sectores opositores no participaron en esas elecciones de gobernador y menos en las posteriores municipales; en el 2018 (la estafa de elección presidencial de Maduro), la oposición mayoritaria no fue; en el 2020, sólo fue el “alacranaje”; y en el 2021, la oposición todavía fue a medias y dividiéndose.
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Sin embargo, de ese último año de elecciones regionales y municipales surgió un indicador, y es que, de acuerdo a los resultados, si la oposición hubiera participado con todo su potencial y sin división pues el arrase en gobernaciones y alcaldías podría haber sido casi que completo. Y después vino lo de Barinas, que dejó unas lecciones bien nítidas y demostrativas de lo que es un pueblo decidido a favor del cambio.
Sin embargo, lo que de inmediato se perfila tiene que ver con “instrumentaciones” sobre ese escenario tan lejos y tan cerca (los tiempos en política no son de calendario), porque se habla de primarias, de reglamentos de primarias y de posibles candidaturas; pero hay esencialidades que desde ya hay que asumirlas políticamente con franqueza, madurez y templanza.
Se amerita que desde hoy definamos la estrategia y actuemos en un marco unitario nacional y en un marco de aliados internacionales para que vayamos a ese proceso, y que electoral, con algunas condiciones que lo aproximen a la competitividad.
Eso pasa entonces por retomar la calle y volver a convocarnos como sociedad, levantar la frente y movilizarnos en la protesta y en la lucha por la calidad de vida, mejores servicios públicos, mejores salarios, mejores hospitales, mejores escuelas, menos inflación, mas gasolina, más seguridad ciudadana y más empleo; pero acompañando esos clamores sociales con el clamor político donde se exija la realización de elecciones de acuerdo a la constitución y a la ley, con acompañamiento internacional, con menos abuso con los recursos del Estado, por la devolución de las tarjetas de los partidos que fueron atracados por el TSJ, por el levantamiento de las inhabilitaciones a una dirigencia política, y por la liberación de los más de doscientos presos políticos; todo eso para así abonar por un clima político adecuado para la realización de una elección presidencial al menos “potable” en este país chatarrero de Nicolás Maduro y de Diosdado.
Ese “qué hacer” en víspera de la batalla del 2024 obliga a que para “ayer” debemos reorganizarnos. ¡Qué palabras tan duras para el venezolano!: organizarse y planificar. El individualismo, el egoísmo, el inmediatismo, el querer que las cosas sean para ya, y otras veleidades de nuestra personalidad como pueblo, atentan contra la adecuada preparación para la guerra del 2024.
El conectarse con el pueblo, el motivarlo, el entusiasmarlo, el brindarle esperanza; todos esos retos van más allá de lo que significa un candidato, pues se trata de una oferta de liderazgo, y éste no debe ser exclusivamente carismático; este liderazgo debe ser transformacional porque debe saber escuchar, manejar la empatía y no ser egocéntrico; y debe ser un maestro de escuela, no un paternalista, no un populista.
¿Se dan cuenta que las tareas pendientes van más allá de que si las primarias son para enero o para marzo del 2023 o si van a ser manuales o si van a ser con maquinitas?
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