El Caracazo, por Teodoro Petkoff
Este sábado 27 de febrero se cumplen 21 años de la espantosa tragedia del «Caracazo». Fue, ya se sabe, la primera vez que las grandes campanas del destino doblaron por las élites sociales y políticas que venían conduciendo el país. Un sacudón social ciego, una revuelta espontánea y anárquica, un grito de queja y reclamo, sin orientación política alguna, que desgarró el falaz velo de prosperidad petrolera que cubría al país y desnudó a su vez las carencias de un modo de dirigirlo políticamente, del cual la gente comenzaba a desconectarse.
La leyenda que inventó Chávez, sobre el 27F como protesta contra el neoliberalismo, es una mentira monda y lironda, una vulgar manipulación politiquera. De hecho, el estallido social se produjo tres semanas después de la toma de posesión de CAP, cuyo programa económico apenas había sido anunciado y del cual sólo se había puesto en práctica el aumento de la gasolina, que dio pie a la protesta por los aumentos de los pasajes del transporte público. En verdad, lo que Venezuela vivía eran los efectos y consecuencias empobrecedores de un modelo económico de vieja data, basado en la dependencia del petróleo y del gasto público, expresados en populismo, clientelismo, precario y errático crecimiento económico y alta inflación, modelo que, por cierto, el gobierno de Chávez ha copiado y empeorado considerablemente. Chacumbele, que ha confiscado para sus fines desde la Guerra de Independencia y Simón Bolívar hasta el 23 de Enero, también «expropia» el 27F como supuesta matriz de su golpe y fecha fundacional de su «revolución», cuando el MBR200 para esa fecha ya tenía seis años conspirando, creado como había sido en 1983.
Lo terrible es que dos décadas después, los crímenes cometidos durante la represión permanecen impunes y la imputación judicial se ha enfocado exclusivamente en un reducido grupo de oficiales de la FAN, como si fuera ésta la responsable exclusiva de la sangrienta represión producida durante aquellos fatídicos tres días.
En verdad, el Plan Ávila, que hizo actuar a la fuerza armada, fue activado el 28 a las 8 de la noche, después de dos días de saqueos y combates callejeros, entre la gente y la policía, que produjeron la mayor parte de las víctimas. Es obvio que efectivos de la FAN, no entrenados para hacer frente a asuntos de orden público, también cometieron excesos, abusos y crímenes, pero, en todo caso, como lo sería con la Policía Metropolitana, las responsabilidades son individuales y en ningún caso institucionales –a menos que se acepte el supuesto negado de que desde los altos mandos de la PM y de las FAN, e incluso del propio gobierno, hubieran partido órdenes de matar.
Quizás sea oportuno recordar hoy lo que escribió José Vicente Rangel, el 20 de marzo de 1989, en su columna «Las Cinco Patas del Gato» en El Diario de Caracas: «Más allá de fallas, errores e incluso abusos, la posición de las FF.AA., institucionalmente hablando, con motivo de los acontecimientos del 27 de febrero, ha sido altamente positiva. Fue el único organismo del Estado que respondió cuando imperaba el caos. Y respondió con espíritu democrático, encarnando un liderazgo responsable, reivindicando no sólo la noción de orden público, sino de justicia y honradez». Concluyendo JVR, más adelante: «A los militares se les llamó cuando todo colapsaba. Incriminarlos ahora, bien directamente o bien solapadamente… no es otra cosa que mala fe».