El carnaval del fin del mundo, por Reinaldo J. Aguilera
Twitter: @raguilera68 / @AnalisisPE
Para quienes fuimos criados en el catolicismo, el miércoles pasado fue un día importante. Se dio inicio a la Cuaresma, que constituye un tiempo litúrgico de conversión; lo marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua, que ocurre en la Semana Santa.
Según la creencia, es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores seres humanos y así poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma, tal como la palabra lo indica, dura 40 días; comienza cada Miércoles de Ceniza y termina antes de la misa de la cena del Señor del Jueves Santo. Pero, lo cierto es que también culmina la fiesta del carnaval, siempre celebrado en todo el mundo y cuyo epicentro lo constituye la gran celebración del rey Momo en el vecino Brasil afectado en este año por las restricciones debido a la pandemia del coronavirus.
En ocasiones normales, las llamadas escolas do samba se alzan con sus mejores coreografías en el famoso Carnaval de Río de Janeiro que, por cierto, desde 2019 es muy monitoreado por celebrarse bajo estrictas medidas de vigilancia.
En la ciudad del carnaval las normas de seguridad se han visto reforzadas después de los graves accidentes con carros monumentales que en 2017 provocaron un muerto y varios heridos.
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Así pues, desde el año 2018, los conductores de los vehículos alegóricos deben someterse a pruebas de alcoholemia para evitar males mayores. Curiosamente, todo este clima de fiesta y alegría que les vengo contando me hace volver la vista atrás y recordar tiempos mejores como los vividos en la infancia, en mi natal Ciudad Guayana.
Mi papá y mi mamá, según recuerdo, decidieron llevarnos de paseo a mis hermanos y a mí a El Callao, en plenas fiestas de carnaval. Música de steel band (tambores metálicos oriundos de Trinidad y Tobago), inundaba las calles del famoso pueblo. Mucha gente y disfraces por doquier.
Recuerdo que mi papá me dijo que le acompañara, pues me iba a presentar a alguien; allí vi a una señora grande, vestida con ropa de muchos colores. Me dijo: “¡Hola muchachito!” Y su nombre, Isadora Agnew y luego aclaró: «Dime simplemente la Negra«.
La Negra Isidora ya no está, pero sin duda alguna es un personaje popular que se mantiene con mucho arraigo en el recuerdo y en la memoria del colectivo venezolano, como el símbolo de la alegría desbordante y que aún hoy, con todos los problemas, sigue siendo la insignia del famoso carnaval de El Callao; de este pueblo minero fundado en las orillas del río Yuruari en mi Estado Bolívar y en el cual, según cuenta la historia, existió una famosa mina de oro mantenida en secreto por quien la descubrió, por lo que al señor lo apodaron “El Callao”.
Cuentan que luego se formó una población en torno al pueblo que tomó como nombre el apodo del minero y que atrajo luego poblaciones enteras de inmigrantes para continuar en la búsqueda de oro. El resto ya es historia como todos saben, el mito de “El Dorado” ha hecho a muchos ricos y otros muy pobres, tanto físicamente como de alma.
Este pueblo ha sido escenario de una fusión cultural de grupos ingleses, norteamericanos, criollos, franceses y antillanos.
Isidora fue la más famosa “madama” ataviada de hermosos trajes de seda colorida, combinados con el turbante llamado “madras” propio de las islas de Martinica y Guadalupe. Fue impulsora de las festividades carnestolendas en esa zona del sur de nuestro país.
Isadora o Isidora, jugó un papel importante en el proceso de popularización de esta celebración pagana, ya que animaba las fiestas con canciones y bailes acompañadas por la alegre música del “calipso”, voz de origen africano; ritmo que adquirió personalidad propia en esta región, llegándose a conocer la variante venezolana como “Calipso de El Callao”.
Volviendo a nuestra realidad de 2021 en medio de lo que representa el covid-19 y muchas cosas más, inevitablemente pienso en que aun con múltiples problemas, tanto en Brasil como en otros países, la gente celebró el carnaval a su modo, pero en Venezuela la mayoría no lo hizo. De pronto, algunos privilegiados sí, pero son muchas las personas que continúan sumergidas en las colas de la megainflación, en búsqueda de productos de primera necesidad, buscando cómo estirar lo poco que tiene, huyendo de la inseguridad, imposibilitados de responder frente al drama de la salud, sin poder adquisitivo que valga y pare usted de contar. Todo en medio de un carnaval que parece el del fin del mundo.
La realidad es que el país, como un todo, está hundido en la desdicha producto de la terrible administración de un régimen que persiste en querer implementar un modelo económico que ha fracasado, que llevan ya más de 20 años queriendo instaurar y cuyos resultados están presentes en el día a día de los venezolanos; que deja un rastro de destrucción casi total del aparato productivo y miseria por decir lo menos.
Resulta indignante la inacción del oficialismo frente a todos los problemas que estamos viviendo y por lo visto no se ha concretado ni se concretará ninguna rectificación.
Pienso que, sencillamente, no tienen ya capacidad de respuesta frente a los fenómenos que se les vienen encima cada día, la improvisación es lo que manejan, tal como deciden cuál semana es flexible o cuál es radical respecto a la pandemia del coronavirus. Muy lamentable.
Lo que sí queda claro es que con la voluntad de transformación que tenemos muchos, llegará el momento de colaborar todos para levantar al país, ese día llegará y nos encontrará prestos para hacer todo lo que sea pertinente y lograr los objetivos que no son otros que un país mejor para todos, de inclusión y prosperidad.
Para finalizar y despedirnos hasta una nueva oportunidad, quiero pensar en estos 40 días que estamos ya recorriendo hasta la Semana Mayor quizás sean duros, pero necesarios. Además, tengan la seguridad de que también serán menos dolorosos respecto a lo que sufrió nuestro Señor en la cruz por nuestros pecados. Así que llenos de valor y en cualquier lugar en el que estemos, seguiremos haciendo todo para salir de esta pesadilla y volver a la normalidad. No pierdo la esperanza de que así será.
Por ahora y para terminar, deseo recordar mi tierra, mis raíces, al compartir con ustedes un pequeño extracto del calipso que quizás sea uno de los más famosos y cantados en toda fiesta en nuestra querida Venezuela, sea carnaval o no, popularizada por Serenata Guayanesa cuyos integrantes son muy amigos de mis papás. No es otro que El calipso del Callao:
El Callao tonight, Tumeremo tomorrow night (uai yo)
El Callao tonight, Tumeremo tomorrow night (uai yo)
El Callao tonight, Guasipati tomorrow night!!!
Así de simple y sencillo.
Reinaldo Aguilera es Abogado. Master en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de George Washington University/UCAB.
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