El caso Héctor Navarro, por Simón Boccanegra
Héctor Navarro salió a defender a Jorge Giordani y también le dieron con el mazo de Diosdado. Lo acusaron de «corrupto» y lo suspendieron de militancia partidista. Pero estas decisiones no fueron tomadas por la Dirección Nacional del PSUV, de la cual es miembro Navarro, sino por Rodríguez Chacín en solitario. Es obvio que en el partido de gobierno están sueltos los demonios del autoritarismo y del abuso de poder. El Tribunal Disciplinario no se reúne y no se reunió para conocer el caso de Navarro. Tampoco lo hizo la Dirección Nacional.
Esto habla de un estilo autoritario en la conducción del PSUV, que explica el autoritarismo con el cual manejan el país. Y a la «visconversa»: el autoritarismo en el gobierno alienta el autoritarismo en el partido. Toda la cháchara sobre la «democracia protagónica y participativa» no pasa de eso: humo en los ojos. Con el de Navarro ya son dos miembros de la Dirección Nacional del PSUV que han sido puestos en tres y dos.
Él y Giordani. La respuesta de Navarro, en carta pública, es severa y en modo alguno se le siente achicopalado. Esto pareciera indicar que no está solo y que los problemas internos del PSUV, que han hecho eclosión, van a marcar la vida de esa organización en los inmediatos tiempos venideros.
Como siempre, la batalla se va a dar sobre el tablado de la democracia. Entre quienes la quieren controlada y al servicio de sus propios intereses y quienes la quieren como modo de militancia natural en la organización partidista. Con los antecedentes de Giordani y de Navarro, cabe imaginar que los dueños del partido van a utilizar las armas del desenfreno autoritario.
