El caucaguazo, por Teodoro Petkoff
A los interesados, en particular a los intelectuales «orgánicos» del chacumbelismo, les debería proporcionar un interesante motivo de reflexión el episodio de Caucagua, «capital» de Barlovento. Ya es conocida la circunstancia de que en el desarrollo de su democrático plan de desmantelar alcaldías y gobernaciones ganadas por gente de las fuerzas opositoras, el gobierno lanzó a la Guardia Nacional contra la comisaría de la Policía de Miranda en aquella población, con la finalidad de desalojarla de la sede que ocupa, «reclamada» por el alcalde chacumbelista. El pueblo se alzó y enfrentó a mano pelada a la Guardia y al final, después de varios aporreados y algunos detenidos, la policía quedó en su cuartelillo y los atropelladores tuvieron que sentarse a negociar con la Gobernación de Miranda.
¿Qué está pasando? Barlovento, así como fue una zona adeca por excelencia, en el quiebre de 1999 se hizo chavista –como ocurrió en buena parte de los sectores populares del país, otrora partidarios del viejo partido de Rómulo Betancourt. Cuarenta años demoraron los humildes de este país en perder la fe en AD, en un proceso lleno de altibajos, de confianza que se perdía y se recuperaba al calor de la gestión de los gobiernos de ese signo, hasta que se evaporó definitivamente en 1998, cuando el pueblo adeco se fue tras la buena nueva que parecía portar un nuevo mensajero. Menos de diez años después, el flamante líder de los pobres comienza a lucir fané y descangallado. Quienes se ilusionaron con la promesa de «cambio» comienzan a preguntarse si el remedio no resultó peor que la enfermedad. El «hiperliderazgo» comienza derretirse, como hielo al sol. Es comprensible. Incluso con seis años consecutivos de bonanza petrolera, la cual permitió lubricar generosamente el carisma del Hiperlíder, el tremendo lastre de la ineficiencia y la corrupción, unido a un discurso repetitivo y cansón, amén de larguíiiiisimo, ha ido zapando los cimientos de un proyecto ideológico militarista, elemental y primitivo.
Encima de esto, cuando el proyecto llega a los extremos de desconocer resultados electorales, tratando de dejar en la carraplana a gobernadores y alcaldes de la oposición, tropieza de frente con los anticuerpos democráticos existentes en el sistema inmunológico del cuerpo social venezolano, propios de una cultura cívica asentada durante muchos años.
La gente de Caucagua, como antes los transportistas de Guarenas-Guatire y los tachirenses o los obreros de Guayana, educada en décadas de juego democrático, no puede entender ni aceptar los arrebatones. El razonamiento de los pobladores, incluyendo a mucho votante de Chacumbele, proclama que si Capriles Radonski ganó la gobernación, ¿por qué no lo dejan trabajar? ¿Por qué le quitan a la brava atribuciones e instalaciones con las cuales atender a la población de su estado? ¿Por qué, en tiempos de inseguridad galopante, van a dejar a la policía de Caucagua en la calle? El pueblo se puso bravo. Todos a una, como en Fuenteovejuna, le dieron su «tatequieto» a Chacumbele.