El cazador cazado, por Simón Boccanegra
Dios castiga sin palo ni mandador, dice el dicho. Las costillas de Tascón deben estar sintiendo la contundencia del castigo divino. El creador de la lista de la infamia, esa que lleva su nombre, mediante la cual millones de venezolanos fueron lanzados a un ghettopolítico, ahora está amenazado por la misma intolerancia que contribuyó a crear. Por los corrillos del aún nonato PSUV corre el rumor, medrosamente difundido, mirando siempre por encima del hombro, de que el tristemente célebre parlamentario andino, podría ser pasado al fantasmático tribunal disciplinario del protopartido. Salió de safrisco, junto a Iris Varela, a defender al mayor Ameliach y encima de que este, aterrado, se lo sacudió, ahora lo amenaza la guadaña que maneja Diosdado. El gran perseguidor, el que se ufanaba de que si fuese necesario repetiría la gracia, ha sido atrapado por el siniestro mecanismo represivo que tanto le debe. En esto sí que se parece el chavismo a una revolución: se come a sus hijos.Yo-El-Supremo tiene un cementerio particular de adláteres, acólitos, gonfaloneros, alabarderos, compañeros de ruta y diversas variedades de jalabolas, a los cuales se los tragó la tierra. A Tascón también lo metieron en una lista. El cazador cazado.